REFLEXIÓN DOMINICAL



XXXIII DDOMINGO ORDINARIO
 Lectura: Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31.
Salmo responsorial: 127.
Lectura: 1 Tesalonicenses 5, 1-6.
Evangelio: Mateo 25, 14-30.
¿QUÉ HAS HECHO CON TUS TALENTOS?

Jesús, por medio de una parábola, en el Evangelio de este domingo, enseña que Dios ha dado a cada hombre y mujer talentos, dones, capacidades; los cuales tenemos que desarrollar, perfeccionar y usar para construir el Reino de Dios aquí en la tierra.

Es lamentable que varios, en nuestro tiempo, utilicen su inteligencia y sus cualidades para satisfacer su egoísmo y para hacerle mal al prójimo, como se está viendo en nuestro país.
Los católicos tenemos que tomar conciencia de los dones que Dios nos ha dado y emplearlos para hacer de nuestra vida una ofrenda agradable a Dios y para servir y solidarizarnos con nuestras familias, prójimos, comunidades; sobre todo con los más necesitados.


Ante los problemas del país no podemos esconder los dones que  Dios nos ha dado sino ponerlos al servicio de la construcción de una sociedad justa, fraterna y solidaria. Pues el Señor nos pedirá cuentas de lo que hemos hecho con nuestros talentos.
------------------------------------------------------------------------------
XXVIII DOMINGO ORDINARIO
12 de octubre de 2014


Primera lectura: Isaías 25, 6-10.
Salmo responsorial: 22.
Segunda lectura: Filipenses 4, 12-14. 19-20.
Evangelio: Mateo 22, 1-14.


EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA


En el Antiguo Testamento el plan de Dios es comparado a un banquete suculento. En un banquete hay comida y bebida, abundante y especial, que une a los comensales y los llena de alegría; olvidándose de dolor.


La salvación, expresa el profeta, transforma la tristeza en alegría, y destruye la muerte para siempre. Dios se manifiesta irradiando su gloria que enjuga las lágrimas y llena de gozo y esperanza los corazones de sus hijos.


El salmo enseña que el Señor es con su pueblo como un pastor con sus ovejas: cuida que no les falte nada, que tengan comida, descanso y tranquilidad; está con ellas, las guía en su caminar y las protege del peligro.

Jesús, en el Evangelio, compara el Reino de los cielos a un banquete de bodas. A ese banquete estamos invitados, pero depende de nosotros aceptar o no la invitación. Se nos invita a participar gratuitamente en la salvación.


En la vida tenemos muchos compromisos y muchas cosas nos preocupan; y aceptar el proyecto del Señor implica dejar todo. Porque los pensamientos de Dios son muy diferentes a lo que nos propone el mundo.


A la salvación están invitados todos no sólo los buenos. La perspectiva es universal, superando toda diferencia humana. La salvación es para buenos y malos, para judíos y paganos; para todos los que acepten la invitación.

Pero al banquete se va con el traje de bodas, es decir, tener el don de la fe; creer en el proyecto de Cristo. Y la fe necesariamente deberá ir acompañada de las obras, porque quien tiene fe hace suyo el proyecto del Señor.


San Pablo, por su parte, partiendo de su propia experiencia, exhorta a confiar en Dios en los momentos difíciles de la vida; porque Él nos ayudará a remediar con abundancia todas las necesidades que se nos presenten.


Al participar de la Eucaristía presentemos nuestros frutos que cada día, con la ayuda del Señor, producimos. También pidamos la gracia del Señor para que colaboremos a extender el banquete a todos los hermanos.


*****



XXVII DOMINGO ORDINARIO
5 de octubre de 2014


Primera lectura: Isaías 5, 1-7.
Salmo responsorial: 79.
Segunda lectura: Filipenses 4, 6-9.
Evangelio: Mateo 21, 33-43.


LA VIÑA DEL SEÑOR


El profeta Isaías y Jesús echan mano de la imagen de la viña para explicar la Palabra de Dios. Las imágenes tomadas de la vida real ayudan a los oyentes a comprender mejor el mensaje que se quiere transmitir.


Pero no se trata simplemente de hacer entender el mensaje sino que lleve a los oyentes a compromisos concretos por la vida, la justicia y la solidaridad con el hermano; lo que es evidente tanto en Isaías como en Jesús


Ahora bien, los profetas vivían en medio del pueblo y mantenían una actitud crítica ante las estructuras de poder. Isaías usa la imagen de la viña para hacer ver al pueblo y a los gobernantes que no daban buen fruto.


Jesús también parte de la imagen de la viña para decirle al pueblo y a sus gobernantes que habían rechazado el plan de Salvación desde el tiempo de los profetas, ya que no los escucharon, y tampoco lo escuchaban a Él.


Por esta razón el Reino de Dios está abierto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad; es decir, quienes vivan el amor y la justicia. Esto molestaba a los ostentadores del poder, tanto político como religioso.


El Reino de Dios se abre a los extranjeros, a los enfermos y a los pecadores. Porque, como escuchábamos el domingo pasado, los publicanos y prostitutas están en mejor disposición de aceptar el plan salvífico.


En la actualidad, los discípulos de Jesús, de cualquier pueblo que seamos y pecadores, formamos parte de la viña del Señor; pero estamos comprometidos a producir buenos frutos con los que se alimenten los demás.


Por ello, san Pablo nos invita a estar unidos al Señor, agradeciendo y suplicando, por medio de la oración, para que la paz del Señor custodie nuestros corazones y nuestros pensamientos ante tanta incertidumbre.


Pero la oración nos debe llevar a un compromiso claro, por ello añade: “aprecien todo lo que es verdadero y noble, cuanto hay de justo y puro, todo lo que es amable y honroso, todo lo que sea virtud y merezca elogio”.


*****



XXVI DOMINGO ORDINARIO
28 de septiembre de 2014

Primera lectura: Ezequiel 18, 15-28.
Salmo responsorial: 24.
Segunda lectura: Filipenses 2, 1-11.
Evangelio: Mateo 21, 28-32.

DESÚBRENOS, SEÑOR, TUS CAMINOS

Si el justo se aparta del camino del Señor peca y va a la muerte; y si el pecador se arrepiente de su pecado, deja su mal camino y permite la acción de Dios salva su vida, porque practica la rectitud y la justicia.

El Señor, por medio de Ezequiel, enseña que quienes se consideran buenos corren el peligro de cerrarse a la acción de Dios; no están dispuestos a cambiar, porque piensan que están salvados o merecen la salvación.

La parábola del Evangelio también denuncia la falsa conciencia religiosa. La respuesta de los dos hijos es ambigua, pero lo que cuenta son las obras. No bastan las palabras es necesario cumplir con la obligación.

En cambio hay algunos que parece que se niegan a obedecer pero están dispuestos a servir. Jesús denuncia la postura de los judíos ante los pecadores y paganos; pues se creían buenos los judíos y malos los otros.

La conversión no es asunto de palabras, pensamientos bonitos o grandes ejercicios piadosos sino de un llamado al discernimiento, al compromiso y a practicar la justicia; lo que falta en muchos de los católicos de hoy.

Por eso Jesús decía que las prostitutas y publicanos, los malos, se adelantarían a los judíos en el Reino de los cielos. En la actualidad varios no católicos, e incluso no creyentes, se ocupan más del necesitado.

San Pablo nos exhorta a tener los mismos sentimientos de Cristo, quien siendo Dios se hizo esclavo, es decir nada, semejante a los hombres, se humilló y, por obediencia, murió en la cruz para salvar a los humanos.

Los sentimientos de Cristo deben impulsarnos a hacer las cosas sin espíritu de rivalidad ni presunción sino con humildad; a no considerarse superior a los demás, sino menor; y tampoco a buscar el propio interés.

El católico debe evaluarse no a la luz de criterios piadosos sino de la práctica de Jesús, quien siempre actuó en el mundo con misericordia. Y de esa actitud misericordiosa no estamos exentos los discípulos de Jesús.


*****


XXV DOMINGO ORDINARIO
21 de septiembre de 2014


Primera lectura: Isaías 55, 6-9.
Salmo responsorial: 144.
Segunda lectura: Filipenses 1, 20-24. 27.
Evangelio: Mateo 20, 1-16.


¿EL SEÑOR ES COMPASIVO Y MISERICORDIOSO?


Isaías invita a no alejarse del Señor, sino a buscarlo y a invocarlo. Asimismo exhorta al pecador para que retome el camino del Señor, a que se convierta, a que confié en Dios, quien es rico en misericordia y perdón.


El profeta también nos hace tomar conciencia que los pensamientos y caminos de los hombres y mujeres no coinciden con los pensamientos y caminos de Dios; es más, la distancia entre unos de otros es muy grande.


Jesús con la parábola de los jornaleros de la viña enseña que los pensamientos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Porque Jesucristo con su manera de actuar revela un Dios que no es utilitarista y excluyente.


El sistema religioso de la época de Jesús era utilitarista, pues estaba centrado en el mérito y en la paga. Por este sistema, la salvación se había convertido en un mercado de compra y venta, que Jesús cuestionó.


Por el contrario, el Señor acepta y trata a todos con misericordia, siempre y cuando se incorporen a su camino; a tal grado que los primeros pueden ser los últimos, si éstos no se disponen a participar en su Reino.


La parábola también señala la mentalidad judía, en tiempos de Jesús. Éstos creían que el Reino de Dios estaba destinado solamente a ellos, y quienes no fuesen judíos, es decir, los paganos, quedaban excluidos.


La parábola no pone el acento en si era justo o no el patrón, sino en que prefirió a los que no eran sus trabajadores. Lo que es común en la práctica de Jesús, pues brinda la salvación a la samaritana, a la sirofenicia, etc.


Tenemos que superar todo espíritu de competencia y codicia, porque la salvación es un don gratuito de Dios, que es misericordioso. Debemos estar abiertos a todos, porque no somos los únicos; la salvación es para todos.


San Pablo enseña que tanto su vida como su muerte están en función de Cristo. De tal manera, que le gustaría, por una parte, morir para estar con Cristo, pero, por otra, continuar vivo, para el bien de sus hermanos.


¿Y nosotros qué pensamos y hacemos?


*****



XXIV DOMINGO ORDINARIO
14 de septiembre de 2014


Primera lectura: Sirácide (Eclesiástico) 27, 33-28,9.
Salmo responsorial: 102.
Segunda lectura: Romanos 14, 7-9.
Evangelio: Mateo 18, 21-35.


¿CUÁNTAS VECES DEBO PERDONAR?


La palabra de Dios, en la primera lectura y el salmo, nos invita a perdonar las ofensas del próximo, como Él lo hace con nosotros, ya que es compasivo y misericordioso. Por eso desechemos de nuestro corazón el rencor y la cólera.


Si no perdonamos no tenemos cara para pedirle perdón. Además, no olvidemos el gran amor que el Señor nos tiene, a pesar de nuestra pequeñez. Por todo eso tengamos muy presentes los mandamientos del señor.


El Evangelio se refiere a la parábola del servidor que es perdonado, pero que él no perdona una deuda menor. Jesús enseña que debemos perdonar porque Dios siempre nos perdonas, aunque las faltas sean graves.


Es verdad que no es fácil perdonar, sobre todo, cuando ha sufrido un daño grande; pues las secuelas perduran. Además, para el mundo quien perdona es tonto; por ello se suele decir: “el que la hace, la paga”.


Pedro preguntó ¿cuántas veces hay que perdonar? Jesús responde: “setenta veces siete”; es decir, siempre, como Dios lo hace: “El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda”.


Tenemos que abandonar la mentalidad del mundo e identificarnos con el Señor, para poner en práctica su palabra. Si perdonamos de verdad experimentaremos la alegría que viene del Señor, quien es verdadero amor.


Si perdonamos seremos coherentes y haremos nuestro lo que dice la oración de los hijos de Dios, que es el Padre Nuestro: “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.


El perdón es un don, una gracia, que viene del amor y la misericordia de Dios. Para recibir esa gracia es necesario abrir el corazón al amor de Dios, y así poder tratar a los demás con los mismos criterios de Dios.


Para poder perdonar es necesario lo que dice san Pablo, vivir para el Señor. Porque los discípulos creemos en Cristo que ha muerto y ha resucitado, por lo tanto es Señor de vivos y muertos, y no perdonar es estar muertos.


*****



XXIII DOMINGO ORDINARIO
7 de septiembre de 2014


Primera lectura: Ezequiel 33, 7-9.
Salmo responsorial: 94.
Segunda lectura: Romanos 13, 8-10.
Evangelio: Mateo 18, 15-20.


QUIEN AMA A SU PRÓJIMO NO LE CAUSA DAÑO


Ezequiel se presenta como vigilante: que está pendiente de lo que pasa, para alertar y prevenir al pueblo, y atento a la Palabra de Dios. La misión del profeta es iluminar con la Palabra de Dios los acontecimientos de la historia.


El profeta es responsable de lo que pueda pasar: Su misión es iluminar al pueblo pero, claro, el pueblo puede aceptar o rechazar su palabra. Sin embargo el profeta no puede dejar pasar el peligro ni callar ante los hechos.


El principal mandamiento del cristiano es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este mandato debe guiar la vida de todo creyente. Con el amor se deberán enfrentar los desafíos que se presentan en la vida concreta.


Quien ama a su prójimo, dice san Pablo, no le causa daño a nadie, por el contrario, buscará siempre ayudarlo; y esto se deberá manifestar en las cosas concretas, como: respeto, servicio, solidaridad, perdón, comprensión, tolerancia.


El amor también se manifiesta en la corrección fraterna, nos enseña Jesús, en el Evangelio de san Mateo, por eso: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano”.


Pero como el pecado no es únicamente individual sino también contra la comunidad, entonces también interviene la comunidad; pero se hace de forma progresiva, primero ir acompañado de una o dos personas.


Si la persona no se arrepiente ni da señales de conversión, entonces la comunidad se verá en la necesidad de expulsarlo. Porque quien no quiera integrarse a la comunidad no es verdadero discípulo de Jesús.


En la comunidad debe haber reconciliación. El Evangelio no rechaza a los pecadores, pero el pecador deberá reconocer su pecado y entrar en un camino de conversión, que lo lleve a reintegrarse a la comunidad.


La comunidad formada por los discípulos de Jesús deberá ser signo de perdón, por ello dice Jesús: “Todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo”.


*****



XXII DOMINGO ORDINARIO
31 de agosto de 2014


Primera lectura: Jeremías 20, 7-9.
Salmo responsorial: 62.
Segunda lectura: Romanos 12, 1-2.
Evangelio: Mateo 16, 21-27.


EL DISCÍPULO: RENUNCIAR A SÍ Y CARGAR LA CRUZ


Después de la confesión de Pedro, Jesús explica a sus discípulos las consecuencias que tendrá por ser el mesías. Entonces Pedro lo apartó y trató de disuadirlo: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti”.


¿Por qué ese cambio de Pedro? Pedro no había percibido lo que conllevaba que Jesús fuera el Mesías. Además, no había comprendido que el Señor anuncia la resurrección, la cual pasa necesariamente por la cruz.


La respuesta de Jesús es drástica, porque Pedro quería impedir su fidelidad: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”.


A continuación Jesús da a sus discípulos dos condiciones necesarias para seguirlo. El discipulado tiene que ser en serio y con mucha responsabilidad; porque el destino del discípulo es el mismo que el del Mesías.


La primera condición para ser discípulo de Jesús es renunciar a uno mismo, o sea que tengamos como más importante a los otros; que no nos domine el egoísmo, sino que nos pongamos al servicio de los demás.


La segunda condición del discípulo es tomar la cruz. No se trata de resignarse ante las dificultades de la vida, sino sobrellevar el peso del compromiso cristiano. Pues el servir a los demás, en no pocos casos, es doloroso.


El discípulo sigue a Jesús, no lo imita; pues imitarlo sería imposible. Seguirlo implica estar dispuesto a dar la vida por el Reino. Tengamos presente que en el seguimiento el fin no son las dificultades sino la resurrección.


Jesús anuncia que el discípulo estará asociado a su triunfo; a la resurrección. El que arriesgue su vida por el servicio y el amor participará de la gloria del Padre, pues: “le dará a cada uno lo que merecen sus obras”.


La misión del profeta Jeremías está en el mismo tono que la del Mesías. Dios sedujo a Jeremías y el profeta por ser fiel a Dios se convierte en objeto de burla y desprecio de la gente. Le entra la duda pero la Palabra es más fuerte.


San Pablo exhorta a los discípulos del Señor a que hagan de su vida una ofrenda viva, santa y agradable a Dios; también, a no dejarse transformar por los criterios del mundo que nos desvían del proyecto de Jesús.


*****



XXI DOMINGO ORDINARIO
24 de agosto de 2014


Primera lectura: Isaías 22, 19-23.
Salmo responsorial: 137.
Segunda lectura: Romanos 11, 33-36.
Evangelio: Mateo 16, 13-20.


¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?


El profeta Isaías da a entender que el rey no ejercía bien su trabajo, por eso Dios lo amenaza de destituirlo del cargo. De este modo, el Señor exhortaba al gobernante a realizar su tarea según la voluntad de Dios.


Un gobernante con el poder suele engreírse y convertirse en opresor del pueblo. Y, a la vez, por su mal gobierno, generar estructuras que no son para servir sino para dominar y oprimir al pueblo; con lo que todo va a la ruina.


Isaías profetiza que quien ocupará el trono no será un opresor sino un padre para todos los ciudadanos. El heredero de David recibirá las llaves para abrir y cerrar la casa, que se le ha encomendado, y su trono será de gloria.


En el Evangelio, Jesús pregunta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Las respuestas demuestran que la gente en general no sabía quién era Jesús; que lo confundían con alguno de los profetas.


En el pueblo había diferentes concepciones del Mesías, y cada uno quería ver a Jesús de acuerdo a su concepción que tenía, en lugar de cambiar de mentalidad; es decir, no distinguían la novedad del Señor Jesús.


La misma pregunta Jesús hace a sus discípulos y Simón Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Entonces Jesús le hace ver a Pedro que su respuesta es por revelación del Padre, que está en los cielos.


Jesús no es el Mesías triunfalista y prepotente esperado por algunos de Israel, sino Dios que se ha hecho hombre y muere en la cruz, por servir a los hermanos. Es el Hijo del Hombre testigo del amor, la justica, la paz.


Una vez reafirmada la fe de Pedro, le dice que sobre esa piedra edificará su Iglesia; y que podrá luchar contra lo que se oponga al proyecto de Dios. Y, además, le dará las llaves para admitir o no en el Reino de los cielos.


La fe nos une a la persona de Jesús y nos incorpora a su comunidad. Y la vivencia del amor, la justicia, el perdón, la paz, la fraternidad nos identifica con el proyecto de Dios. Se trata de una sabiduría distinta a la del mundo.


*****



XX DOMINGO ORDINARIO
17 de agosto de 2014


Primera lectura: Isaías 56, 1. 6-7.
Salmo responsorial: 66.
Segunda lectura: Romanos 11, 13-15. 29-32.
Evangelio: Mateo 15, 21-28.


¡QUE GRANDE ES TU FE!


Dios, a través de Isaías, expresa que le es grato el culto de cualquier persona, siempre y cuando respete su alianza. Y no excluye a nadie, pues dice: “porque mi templo será casa de oración para todos los pueblos”.


El verdadero culto no consiste únicamente en ofrecer holocaustos y sacrificios sino en reconocernos y respetarnos como hermanos, sin divisiones, pues afirma: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la justicia”.

En el Evangelio, una mujer cananea, o sea extranjera, interpela a Jesús y, desoyendo las reglas culturales, grita: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”.


En un primer momento Jesús no hace caso y, ante la insistencia, la primera respuesta es la que solía dar cualquier predicador judío; de rechazo: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.


La mujer obliga a Jesús a detenerse y a dialogar con ella. Jesús en este diálogo con la mujer descubre su gran fe. Entonces el Señor atiende su petición y le responde: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”.


Para participar del proyecto de Jesús se necesita tener fe en el Señor, sin importar el origen o categoría de persona. Al Plan de Salvación de Dios todos estamos invitados, pero se requiere identificarse con su proyecto.


San Pablo, como Jesús, constata el rechazo de los judíos al Reino de Dios y la adhesión de los no judíos. La misericordia de Dios está abierta a todos los hombres y mujeres, y los invita a seguir su camino.


Si Dios no rechaza a ninguna persona, nosotros tampoco tenemos que excluir a nadie, por el contrario debemos estar abiertos y dispuestos al diálogo. Ser misericordiosos y buscar la unidad con todas las personas.


El Señor nos invita a unirnos con las personas de buena voluntad, para construir el Reino de Dios en la tierra; trabajar para que se respeten los derechos de todos y haya justicia, paz, fraternidad y nadie sea excluido.


*****



XIX DOMINGO ORDINARIO
10 de agosto de 2014


Primera lectura: 1 Reyes 19, 9. 11-13.
Salmo responsorial: 84.
Segunda lectura: Romanos 9, 1-5.
Evangelio: Mateo 14, 22-33.


¿POR QUÉ DUDAS?


Elías fue uno de los primeros profetas de Israel muy destacado, porque asumió la causa de Yavé con radicalidad. En la primera lectura escuchamos la manifestación de Dios a Elías en el monte de Horeb; al inicio de su misión.


En esta época Israel pasaba por un momento difícil, porque el rey había introducido culto a dioses extranjeros; y esto causaba confusión y debilitaba la fidelidad a Dios, pues se desviaban del sentido de los mandamientos.


Las nuevas ideas religiosas legitimaban la violencia, la intolerancia y la expropiación para mantener el poder. Entonces Elías levanta la voz contra todos los abusos que se cometían; lo que le acarreo fuertes problemas.


Elías se dirige al Horeb, donde Dios se le manifiesta en una brisa suave. El profeta retoma su tarea, pero con la convicción, a partir de su experiencia, que con la espada no se consigue la paz, el respeto y la justicia.


El Evangelio presenta una tentación en la que pueden caer los discípulos de Jesús. Si la fe no está firme viene la duda, con cualquier sacudida de la barca. Jesús le dice a Pedro: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»


La barca no está en peligro de hundirse, pero el desconcierto es tal que no reconocen al maestro. Pedro invoca a Jesús, pero su poca fe no le permite caminar sobre el agua. Para unirse al proyecto de Jesús se necesita la fe.


Cualquier persona o comunidad puede perder el horizonte ante los vientos adversos si la fe no está firme. En estos momentos hay que retomar la fe en Jesús resucitado, para tomar las mejores decisiones y no hundirse.


Solamente la tranquilidad nos puede ayudar a no tomar el camino equivocado ante los problemas. La fe nos ayuda a reconocer la presencia del resucitado para enfrentar los problemas y así llegar con bien a tierra firme.


Jesús en todo momento está a nuestro lado, por eso no debemos temer. El Evangelio termina diciendo: «Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.»


*****



XVIII DOMINGO ORDINARIO
03 de agosto de 2014


Primera lectura: Isaías 55, 1-3.
Salmo responsorial: 144.
Segunda lectura: Romanos 8, 35.37-39.
Evangelio: Mateo 14, 13-22.


DENLES USTEDES DE COMER


Isaías compara la Palabra de Dios con el agua y la comida; necesarios para satisfacer la sed y el hambre. Para el creyente la Palabra de Dios lo alimenta y vivifica; y se puede recurrir a esta fuente de vida de manera gratuita.


El profeta también invita a no malgastar fuerzas en lo que no da vida. Por el contrario, escuchar al Señor y comprender que Él desea hacer una alianza perpetua con su pueblo para cumplir las promesas que hizo a David.


El Evangelio de Mateo narra la multiplicación de los panes. La gente sigue a Jesús a un lugar desértico donde se había retirado tras la muerte del Bautista. Al ver a la multitud se compadeció de ellos y curó a los enfermos


Al atardecer, los discípulos sugieren a Jesús que despida a la gente para vayan a comprar comida, pues estaban en un lugar despoblado. Pero Jesús responde: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”.


Jesús enseña a sus discípulos que no deben desentenderse de las necesidades de la gente; por eso no acepta que despidan a la gente. Pues el ciudadano del Reino debe ser solidario y compartir con el que no tiene.


Claro que la multiplicación de los panes no reduce el Reino a satisfacer las necesidades básicas de las personas, sino a ser guiados e iluminados con la Palabra de Cristo, para no usar las cosas con mentalidad mercantilista.


La palabra de Dios es un alimento sabroso y fortalece a quien la acoge. No solamente evita desfallecer sino también ayuda al discípulo a ser generoso y solidario, para hacer comunidad viviendo la fraternidad y la justicia.


El pasaje hace referencia a la Eucaristía, memorial de la entrega de Jesucristo para salvar a los hombres y mujeres. Los discípulos se alimentan de la Eucaristía para hacer presente el Reino de Dios en el mundo.


Alimentados con el pan de la Palabra y la Eucaristía en todo saldremos victoriosos; nada nos apartará del amor y del proyecto de Jesús; e identificados con Jesús seremos capaces de compartir con el que no tiene.


*****



XVII DOMINGO ORDINARIO
27 de julio de 2014

Primera lectura: 1 Reyes 3, 5-12
Salmo responsorial: 118.
Segunda lectura: Romanos 8, 28-30.
Evangelio: Mateo 13, 44-52.


QUIEN ENCUENTRA EL TESORO…


El libro de Reyes presenta la oración de Salomón, que reconoce la misericordia con la que Dios trató a su padre y le pide le conceda sabiduría para saber gobernar al pueblo, porque sabe que se trata de una tarea difícil.


Al Señor agrada esta petición y le concede un corazón sabio y prudente, porque quiere que su pueblo viva en paz y justicia. Pero la oración de Salomón no refleja su gobierno, pues abusó del pueblo como todos los gobernantes.


Pero claro, el pasaje, de alguna manera, anuncia la utopía que Jesús vino a inaugurar; la realización de una nueva humanidad, donde se viva la fraternidad y se practique la justicia con toda persona, sin distinción alguna.


Para esto es necesario descubrir el valor absoluto del Reino, como si se tratara de un tesoro que para adquirirlo se vende todo; es decir, se está dispuesto a despojarse de los bienes para conseguir la perla preciosa.


Las dos parábolas muestran la actitud del discípulo, que está dispuesto a dejar todo porque ha descubierto la grandeza del Reino; por lo contrario, quien no es capaz de dejarlo todo no puede ser discípulo de Jesús.


El Reino de Jesús implica salir del egoísmo y dejar toda estructura que deshumaniza e ir al encuentro del hermano; porque quien se encuentra con Jesús buscará alternativas que impulsen la fraternidad solidaria.


La tercera parábola está en sintonía con la parábola del trigo y la cizaña. Hay que tener paciencia, porque en el mundo algunos descubren la grandeza del Reino y otros siguen al maligno. La selección será al final de los tiempos.


Pero quien ha encontrado con Cristo está capacitado para hacer presente el Reino. No se queda en prácticas religiosa sino que cimienta una comunidad donde haya alegría; donde se viva el amor, la justicia, la solidaridad.


Seguir a Jesús crea inseguridad, cuando se está apegado a lo material. Pero Jesús fortalece con su Espíritu a quienes optan por él; y la alegría que produce descubrir el Reino, impulsa a edificarlo con mucha decisión.


*****



XVI DOMINGO ORDINARIO
20 de julio de 2014


Primera lectura: Sabiduría 12, 13. 16-19.
Salmo responsorial: 85.
Segunda lectura: Romanos 8, 26-27.
Evangelio: Mateo 13, 24-43.


ERES MISERICORDIOSO CON TODOS


En el evangelio de este domingo, Jesús se refiere al Reino de Dios con tres parábolas: el trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura. Al final del texto el Señor explica el significado de la parábola del trigo y la cizaña.


La parábola del trigo y la cizaña nos da a entender que la presencia del Reino en la tierra no supone la ausencia del mal en la historia. De tal manera, que algunos se dejan llevar por los valores del reino y otros por el maligno.


Pero el sentido de la parábola no es que unos sean los buenos y otros los malos, como suele dividirse a las personas. Peor aún, porque al hacer esta distinción se considera malos a los otros, a quienes piensan o creen diferente.


Jesús llama a tener una actitud de apertura, que permita aceptar al otro, al que es diferente; no sentirse bueno y excluir a los demás. Por el contrario, pues Dios es Señor de todos y es misericordioso con todos.


El discípulo de Jesús, que participa en la construcción del Reino, tiene que trabajar para transformar la vida cotidiana, donde ninguna persona sea excluida; construir un mundo más humano no sólo para unos sino para todos.


Las estructuras, por lo general, no favorecen el bien común y la solidaridad, sino que causan división y muerte; y combaten fuertemente toda alternativa que pretende la construcción de una nueva humanidad.


La buena noticia del Reino, que Jesús vino a inaugurar, implica una comunidad fraterna y solidaria que incorpore a todos los excluidos: pobres, enfermos y pecadores. Con este proyecto tenemos que identificarnos.


No está en nuestras manos acabar con el mal, pero sí luchar contra él; y el mejor modo de hacerlo es trabajando en la extensión del Reino. Comencemos con pequeñas signos que, como una semilla, expanden el Reino.


En el Reino de Dios participan las personas que tengan otra manera de pensar, guiadas por el espíritu de Jesús. Que estén dispuestas a construir estructuras que realmente estén al servicio de todos los hombres y mujeres.


Para esto, hay que salir del individualismo y caminar hacia la comunidad fraterna y solidaria. No desanimase con lo poco que se vaya consiguiendo, porque el Reino crece de manera lenta, como una semilla o como la levadura.


*****




XV DOMINGO ORDINARIO
13 de julio de 2014


Primera lectura: Isaías 55, 10-11.
Salmo responsorial: 64.
Segunda lectura: Romanos 8, 18-23.
Evangelio: Mateo 13, 1-23.


EMPAPA, FECUNDA Y HACE GERMINAR


El profeta Isaías nos habla de la eficacia de la Palabra de Dios; y la compara con la lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar. De esta manera se produce el alimento para los hombres y los animales.


De modo semejante la Palabra de Dios, que sale de su boca, empapa y fecunda los corazones humanos más áridos o duros; su misión es hacerlos germinar, para que con sus buenas obras alaben a Dios.


El Salmo nos hace pensar en la preocupación de Dios por la creación; la providencia no descuida nada para que haya abundancia. En la naturaleza no hay problema, pero en el hombre se requiere de su disposición.


El Evangelio presenta la parábola del sembrador. El sembrador esparce la semilla en la tierra; pero ésta es dispareja. Puede ser: dura, pedregosa, con espinos y buena. Los frutos dependen de la disposición del terreno.


El sembrador es excelente, pues es Dios mismo, y la semilla de calidad, se trata de la Palabra de Dios. El problema está en la actitud y constancia de las personas, que son simbolizadas por las diferentes tierras.


Dios esparce su Palabra -a diferencia del campesino que pone la semilla en su mejor tierra- en los diferentes terrenos. Porque Dios, por su gran misericordia, tiene en cuenta a todos, y quisiera que todos produjeran fruto.


Sin embargo, no todas las personas están dispuestas a fructificar. Algunas de plano no aceptan la Palabra, son duras; otras la aceptan de momento; también hay quienes la admiten pero se dejan llevar por otros intereses.


Finalmente, la tierra buena representa a aquellos que aceptan el proyecto de Jesús, o sea, el Reino de Dios. La propuesta de Jesús consiste en formar la comunidad donde reine el amor, la solidaridad, la libertad y la justicia.


Aquí se hace realidad lo que profetiza Isaías, que Dios actúa en la historia humana. Y su Palabra cumple su misión cuando se vive el amor solidario, se escucha y respeta a los hermanos y se sirve a los más necesitados.


San Pablo enseña que la creación espera la manifestación de la gloria de Dios. Aunque en el mundo hay desorden y sufrimiento, nosotros anhelamos “se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios”.


*****



XIV DOMINGO ORDINARIO
6 de julio de 2014


Primera lectura: Zacarías 9, 9-10.
Salmo responsorial: 144.
Segunda lectura: Romanos 8, 9. 11-13.
Evangelio: Mateo 11, 25-30.


MI YUGO ES SUAVE Y MI CARGA, LIGERA


Zacarías anima a la gente que, después del exilio babilónica, trataban de reconstruir la identidad del pueblo. El pueblo quería justicia, paz y solidaridad; lo que sus gobernantes no habían conseguido por su ambición.


El profeta anuncia un Mesías humilde y justo, que traerá paz y acabará con la guerra. Su poder estará basado en la verdad y en una organización que respete a las personas y se les atienda de acuerdo a sus necesidades.


Esta utopía es difícil de realizarse si predomina la ambición de los poderosos, ya que ellos organizan todo de acuerdo a sus conveniencias y usan la religión para justificar su intereses, afectando a los más débiles.


San Mateo habla de Jesús como persona humilde y pacífica; características del Mesías que anuncia Zacarías. Jesús no pretendía derrocar al imperio romano ni imponer un nuevo sacerdocio, como algunos lo deseaban.


Jesús sabe que su proyecto no es aceptado, por ello exclama: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!”.


Al proyecto de Jesús son invitados los fatigados y agobiados, que sueñan en un mundo distinto, donde reine el amor entre hermanos. Este nuevo mundo únicamente se pude construir en torno a Jesús.


La nueva comunidad no se edifica con violencia y armas sino cargando el yugo de Jesús, que es suave y ligero, y con mansedumbre y humildad como él. La comunidad de Jesús es el Reino de Dios en la tierra.


En una comunidad donde hay respeto, afecto y solidaridad brillará la justicia y la paz; signos del Reino. Y en el Reino los predilectos son los sencillos y pequeños, porque no buscan su propio interés y ni son violentos.


Los discípulos de Jesús, enseña san Pablo: “no viven conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu”. Continúa el apóstol: “Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo”. El Espíritu da vida.


*****



SANTOS PEDRO Y PABLO
29 de junio de 2014


Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 12, 1-11.
Salmo responsorial: 33.
Segunda lectura: 2 Timoteo 4, 6-8. 17-18.
Evangelio: Mateo 16, 13-19.


TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO


Este domingo, por coincidir con el 29 de junio, se celebra la solemnidad de los santos Pedro y Pablo. Estos dos apóstoles fueron columnas de la Iglesia. Pedro predicó, sobre todo, a judíos y Pablo a paganos.


En los inicios del cristianismo se dio gran persecución contra los cristianos; esto causó muerte de niños y niñas, jóvenes y adultos. Muchos cristianos dieron testimonio de Cristo con su Sangre; fueron los primeros mártires.


Pedro, como muchos de los seguidores de Jesús, padeció la cárcel; no una sino varias veces. Y, como les había prometido el Señor, experimentaban su ayuda en diferentes formas; en esta ocasión un ángel lo liberó.


Pablo, en la segunda carta a Timoteo, se despide de este discípulo, platicándole del esmero que había puesto en su seguimiento a Jesús. De tal manera, que se sentía merecedor del premio en el último día.


Pablo manifiesta que su fe está en Cristo, quien lo ha fortalecido estando prisionero en Roma; es consciente que el Señor lo ayudó y lo ha librado de todos los peligros para proclamar el mensaje de salvación a los paganos.


Jesús hace dos preguntas a sus apóstoles: ¿qué dice la gente de él? y ¿qué piensan ellos de él? La gente no entiende la actividad de Jesús, lo confunden con Juan Bautista o alguno de los profetas; lo relacionan con el pasado.


De parte de los apóstoles Pedro asevera: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esta confesión de expresa que Jesús es el anunciado en el Antiguo Testamento y se trata de Dios vivo que ha venido a morar entre nosotros.


Jesús reconoce que Pedro aceptó la revelación del Padre a los sencillos y humildes. Por esta razón es digno de confianza para cimentar su Iglesia; es decir, el nuevo pueblo de Dios que se constituye en torno a Jesús.

Pedro y los apóstoles no sólo serán cimiento de la Iglesia sino también les ayudará el Señor para hacer frente a las potencias del mal y les da autoridad para aceptar o no la participación en la comunidad de Jesús.


Y para ti ¿quién es Jesús?


*****



XII DOMINGO ORDINARIO
22 de junio de 2014


Primera lectura: Jeremías 20, 10-13.
Salmo responsorial: 68.
Segunda lectura: Romanos 5, 12-15.
Evangelio: Mateo 10, 26-33.


NO TENGAN MIEDO


Hace ocho días, con la fiesta de la Santísima Trinidad, retomamos el tiempo ordinario. Las lecturas de este domingo se refieren a la suerte que han corrido o correrán quienes son enviados a propagar la Palabra de Dios.


En el Antiguo Testamento los profetas fueron perseguidos. Por ejemplo, a Jeremías lo acosaron hasta que lo asesinaron. Le llamaban “profeta del terror”, porque preveía la caída del reino de Judá, en el siglo VI a. C.


Sin embargo, Jeremías tenía plena confianza en Dios y sabía que le daría fuerzas para resistir a sus enemigos. Porque Dios conoce los corazones y escucha; y salva a los inocentes de la mano de los malvados.


Jesús exhorta a sus discípulos a que pregonen lo que les ha enseñado; y les anticipa que padecerán persecución. Los anima a que cumplan su misión y a que no tengan miedo a quienes pretendan matarlos.


El maestro les hace tomar conciencia que si Dios cuida de todas sus criaturas, como lo hace con los pajarillos, mucho más lo hará con aquellos que se dedican a predicar su Palabra. Por ello deben tener confianza.


Los apóstoles fueron testigos del rechazo y persecución que padeció Jesús, la cual concluyó en su crucifixión. Esto también les ayuda a entender que los discípulos no estarán exentos de la suerte que corrió Jesús.


Ahora bien, la misión no consiste sólo en hablar de la Palabra de Dios sino que esta tarea tiene que ser fruto de la adhesión al Señor; porque para conseguir la salvación es indispensable reconocerlo delante de los hombres.


San Pablo recuerda que por Adán entró el pecado al mundo y por el pecado la muerte. Sin embargo, con Cristo se nos otorga la gracia de Dios y por lo tanto la plenitud de la vida; y ésta se ha desbordado sobre todos.


Nosotros podemos preguntarnos: ¿Qué persecuciones tenemos? ¿No tenemos porque no predicamos el Evangelio? ¡Pues la comodidad ni siquiera nos permite ir a la misión y el consumismo nos hace olvidarnos de los necesitados!


*****



SANTISIMA TRINIDAD
15 de junio de 2014


Primera lectura: Éxodo 34, 4-6. 8-9.
Salmo responsorial: Daniel 3.
Segunda lectura: 2 Corintios 13, 11-13.
Evangelio: Juan 3, 16-18.


GLORIA AL PADRE Y AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO


Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Este misterio lo conocemos sólo por la revelación misma del Señor. Jesús nos ha revelado a Padre, que es misericordioso, y nos ha enviado al Espíritu Santo.


En el libro del Éxodo Dios se presenta a Moisés como “compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel”; y esto a pesar de las múltiples infidelidades que el pueblo de Israel cometió a lo largo del desierto.


El Evangelio expresa que Dios envió a su hijo por el gran amor que le tiene al mundo, ya que no quiere su condenación sino su salvación. El Hijo en todo momento mostró su amor y lo hizo con preferencia a los pobres.


San Pablo nos invita a vivir de acuerdo a los mandatos del Señor, porque desea que “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo” estén siempre con todos nosotros.


El Padre, para mostrarnos su gran amor, no sólo creo el mundo sino que se insertó en la historia: caminó al lado del antiguo pueblo y, llegada la plenitud de los tiempos, su Hijo nació de María, padeció y fue crucificado.


El amor de Dios se hace presente en la vida concreta de los hombres. No se trata de un Dios como idea perfecta sino de una persona que sufre y lucha junto a los hombres y mujeres que hacen presente su reino en la tierra.


Tampoco es un Dios aislado o lejano sino que está cerca de nosotros, a pesar de los graves problemas por los que pasamos. Está junto a nosotros para que, con su ayuda, transformemos el mundo según su voluntad.


Es un Dios trinitario, o sea, vive en comunidad. Por eso quienes creemos en Él tenemos que encausar nuestros esfuerzos a construir comunidad, tanto en la familia como en la sociedad, como expresión de la fraternidad.


Por lo tanto, nuestra devoción a la Santísima Trinidad no debe quedarse en sólo pedir por nuestras necesidades materiales, sino implorarle que nos ayude a vivir el amor, la unidad y la solidaridad con todas las personas.


*****



PENTECOSTÉS
08 de junio de 2014


Primera lectura: Hechos 2, 1-11.
Salmo responsorial: 103.
Segunda lectura: 1 Corintios 12, 3-7. 12-13.
Evangelio: Mateo 20, 19-23.


RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO 


Pentecostés se celebra a los cincuenta días de la resurrección. En este día se resalta la tercera persona de la Santísima Trinidad. Con esta fiesta termina el tiempo pascual y continuaremos con el tiempo ordinario.


El Evangelio narra que los discípulos estaban encerrados en una casa llenos de miedo y ya anochecía. El miedo desaparece al experimentar a Jesús vivo y la oscuridad se convierte en luz que todo lo ilumina.


Jesús se presenta ante sus discípulos y les muestra las manos y el costado, para que no tuvieran duda de que era Él. Asimismo, les comunica la paz y los llena de alegría; signos de la presencia del Espíritu Santo.


Jesús capacita a sus discípulos con el Espíritu Santo para que perdonen los pecados; convirtiéndose en promotores y dispensadores del perdón; Dios, que es misericordioso, quiere la salvación de todos.


Hechos de los Apóstoles presenta la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana; es el comienzo de la etapa definitiva de la historia de la salvación. La Iglesia apostólica empieza a predicar el evangelio.


El Espíritu Santo, tras un fuerte ruido y en forma de lenguas de fuego, se posa sobre los discípulos; y éstos, llenos de valor y en comunidad comenzaron “a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse”.


La tarea de la Iglesia es universal; el Espíritu se manifiesta en todos los pueblos. Las barreras geográficas y culturales son derribadas y la Buena Nueva es escuchada por diferentes personas en su propia lengua.


San Pablo explica que el Espíritu Santo distribuye sus carismas para el bien común; así, hay diferentes dones pero Dios es el mismo. El Espíritu Santo otorga sus dones a las personas para el crecimiento de la Iglesia.


La situación actual puede provocar en nosotros miedo, desaliento y desesperanza. Pero tenemos que echar mano del Espíritu de Dios que hemos recibido el día de nuestro Bautismo y ser signo de esperanza y de perdón.


Cada uno, con los dones recibidos, debe ponerse al servicio de la comunidad, para que juntos hagamos presente el Reino en la situación que a cada uno nos ha tocado vivir en este mundo, promoviendo la paz y la justicia.


*****



ASCENSIÓN DEL SEÑOR
1 de junio de 2014


Primera lectura: Hechos 1, 1-11.
Salmo: 46.
Segunda lectura: Efesios 1, 17-23.
Evangelio: Mateo 28, 16-20.


¿QUÉ HACEN MIRANDO AL CIELO?


Este domingo se celebra la ascensión a los cielos. La ascensión del Señor reafirma la fe de los discípulos en la resurrección; les ayuda a comprender su grandeza. Jesús con la resurrección alcanza la perfección.


En el inicio del libro de los Hechos se relata la ascensión a los cielos. Los discípulos de Jesús pensaban, por el tenor de la pregunta, que había llegado el fin: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?


Sin embargo la historia no termina, porque Jesús que ha subido al cielo volverá. Así, la ascensión fundamenta la esperanza cristiana. Y los discípulos no se pueden quedar mirando al cielo, sino realizar la misión.


Mateo, en su Evangelio, narra que el Señor Jesús, en el último encuentro que tuvo con sus apóstoles, les encomendó llevar su Palabra a todos los rincones de la tierra; y les aseguró que estaría siempre con ellos.


En este encuentro, los apóstoles al ver a Jesús se postraron ante él, aunque algunos dudaban. Pero la experiencia del resucitado despejó las dudas, reafirmó la fe de los apóstoles y los llenó del Espíritu Santo.


Jesús envió a sus apóstoles porque tenía plena autoridad, la cual recibió de su Padre, al ser entronizado con la resurrección. Ahora están seguros de que Jesús es el Mesías, porque ha resucitado y ha retornado al cielo.


Los apóstoles, con la autoridad recibida, pueden convocar a otros discípulos en torno a Jesús, con el bautismo y la Palabra. Para que, como comunidad, hagan presente la Buena Noticia del Reino del Dios en este mundo.


El mandato de Jesús es para toda la comunidad eclesial; y consiste en llevar la Buena Nueva a todas las naciones. Y esta tarea debe realizarse con plena certeza, pues Jesús dijo: “yo estoy con ustedes todos los días”.


Así, al celebrar la ascensión del Señor se expresa la esperanza de participar en la resurrección de Jesucristo. Y esa esperanza nos empuja a participarla a las demás personas, para que juntos transformemos el mundo.


*****



VI DOMINGO DE PASCUA
25 de mayo de 2014


Primera lectura: Hechos 8, 5-8. 14-14.
Salmo: 65.
Segunda lectura: 1 Pedro 3, 15-18.
Evangelio: Juan 14, 15-21.


SI ME AMAN, CUMPLIRÁN MIS MANDAMIENTOS


El discípulo de Jesús tiene como norma de vida el amor. El discípulo debe adherirse a la persona de Jesús, debe amarlo; es decir, hacer suyo su proyecto. Y, por esto mismo, estar dispuesto a amar a los hermanos, a servirlos.


Jesús, conociendo las dificultades que se le presentan al que pone en práctica el amor, le pide al Padre que derrame el Espíritu Santo sobre sus discípulos, para que en su misión puedan enfrentar las fuerzas del mal.


Quien posee el Espíritu Santo reconoce a los demás como hermanos, con quienes pone en práctica el mandamiento del amor; en cambio quien no posee al Espíritu está ciego, no reconoce a los demás como hermanos.


El amor no solamente distingue al discípulo, sino que es garantía de la presencia del Señor. Por eso, en nuestras comunidades tienen que estar presentes los signos del Reino, a saber: la verdad, la justicia, la fraternidad.


Hechos de los Apóstoles nos presenta a Felipe predicando en Samaria, tierra de los enemigos de Israel. El apóstol realizó milagros y expulsó espíritus inmundos; y esto causó gran alegría en aquella ciudad.


La comunidad de Jerusalén al enterarse que los samaritanos habían recibido la palabra de Dios envió a Pedro y a Juan para confirmar la labor de Felipe; y éstos por medio de la imposición de manos confirieron el Espíritu Santo.


El Espíritu Santo derriba los muros que separa a las personas, ya que produce unidad y concordia en quienes aceptan el Evangelio. De esta manera el amor supera los odios y las rivalidades que existían entre judíos y samaritanos.


San Pedro nos exhorta a dar razón de nuestra esperanza. Responder con sencillez y respeto, a quién nos pregunte, por qué confiamos en Dios en medio de los sufrimientos, injusticas y opresiones en las que estamos.


A ejemplo a Jesucristo, continúa el apóstol, quien injusta e inocentemente fue condenado, soportar con paciencia los sufrimientos, “pues mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal”.


“El que me ama, cumplirá mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él” (Jn 14,23).


*****



V DOMINGO DE PASCUA
18 de mayo de 2014


Primera lectura: Hechos 6, 1-7.
Salmo responsorial: 32.
Segunda lectura: 1 Pedro 2, 4-9.
Evangelio: Juan 14, 1-12.


YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA


Jesús les platicaba a sus discípulos que se iba, y a Pedro le anuncia que lo va a negar. Esto desconcierta a los discípulos; por ello Jesús los alienta diciendo: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí”.


Los apóstoles desconocían y no entendían muchas cosas. Esto explica que Tomás diga que no sabe adónde va Jesús. A esto el Señor responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.

Jesús es el camino, porque no hay otra manera de ir al Padre; sola incorporándose a su proyecto. Su proyecto implica el amor; el cual, si es necesario, tiene que ser hasta la muerte, a ejemplo del mismo Señor.


Jesús también es verdad. La palabra anunciada por Cristo es el criterio de verdad de toda nuestra vida. De tal manera que no cabe en un discípulo la mentira, el engaño y la corrupción en el actuar de cada día.


Jesús es la vida, porque ha vencido la muerte y nos comparte la plenitud de la vida. Por eso los discípulos tenemos que trabajar para extirpar todo lo que produce muerte, como la injusticia, la violencia, la exclusión y la maldad.


El libro de los Hechos narra un problema que surge en la comunidad: se desatiende a las viudas. Los apóstoles convocan a la comunidad y eligen a siete personas que se encarguen de servir en estas necesidades.


A las personas elegidas se les llama diáconos. Los diáconos atenderán a los pobres de la comunidad. De esta manera surge otro ministerio; el cual es tan importante como el de predicar la Palabra de Dios.


San Pedro enseña que los creyentes son piedras vivas del templo espiritual, cuya piedra angular es Jesucristo; y continúa Pedro: “son estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada a Dios y pueblo de su propiedad”.


Esto quiere decir que somos artífices del pueblo de Dios. Desde el bautismo hemos recibido el dinamismo del Espíritu Santo para ponernos al servicio de la comunidad y hacer de nuestra vida una ofrenda agradable a Dios.


El discipulado es radical; y éste no se vive de forma individual sino integrándose a la comunidad. Se tiene que mostrar a los demás que se puede vivir el amor y que es una alternativa de vida en un mundo egoísta e individualista.



*****




IV DOMINGO DE PASCUA
11 de mayo de 2014


Primera lectura: Hechos 2, 14. 36-41.
Salmo responsorial: 22.
Segunda lectura: 1 Pedro 1, 20-25.
Evangelio: Juan 10, 1-10.


YO SOY LA PUERTA DE LAS OVEJAS


Este domingo corresponde un párrafo del Evangelio de san Juan que nos habla del Buen Pastor. Esta imagen, de una persona que cuida ovejas, Jesús se la apropia para explicarnos su misión en la tierra.


El pastoreo era muy conocido en Israel. Porque los judíos se dedicaban al pastoreo; y tal vez Jesús fue pastor. Además, en el Antiguo Testamento la imagen se aplica a Dios (cf. Sal 22) y también a los gobernantes (cf. Ez 34).


Jesús es el Buen Pastor: porque Él conoce sus ovejas, sabe su nombre; las guía, pues camina delante de ellas, no las arrea; sus ovejas lo siguen ya que conocen y escuchan su voz, y no seguirán la voz de un desconocido.


Además, Jesús es la puerta del redil, por donde entran las ovejas; pues sólo Él abre y cierra la puerta. Esto nos da a entender que únicamente a través de Él y su proyecto se podrá participar de la salvación que nos trajo.


Los primeros discípulos se preocupan por ser fieles al maestro, por eso se esmeraban en motivar a las personas para que se incorporaran al camino de la Vida; y lo hacían proclamando el Evangelio con palabras y con signos.


Pedro, en su discurso después de Pentecostés, proclama que Jesús, a quien habían matado en la cruz, Dios lo constituyó Señor y Mesías; Pedro deja claro en sus oyentes que Jesús murió y resucitó, y que es el Mesías.


Esta es una de las primeras formulaciones teológicas de la fe que se llama Kerigma. Kerigma es la proclamación solemne de la Buena Nueva. Este anuncio despierta gran interés en los oyentes, por lo que preguntan qué deben hacer.


Pedro responde: “Conviértanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo”. Por medio del bautismo nos incorporamos al plan universal de salvación del Señor.


Al incorporarnos al proyecto de Jesús se presentarán sufrimientos, los cuales debemos llevar con paciencia, segunda lectura. Porque por hacer el bien a los demás se sufre, como nos dio ejemplo el Señor Jesús.


En Jesús no hubo engaño, tampoco devolvió los insultos que le hicieron, ni amenazó a quienes lo maltrataron, sino que todo lo puso en manos de su Padre. Así, murió para curarnos y para que vivamos en justicia.


*****



III DOMINGO DE PASCUA
04 de mayo de 2014


Primera lectura: Hechos 2, 14. 22-33.
Salmo responsorial: 15.
Segunda lectura: 1 Pedro 1, 17-21.
Evangelio: Lucas 24, 13-35.


LO RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN


Este domingo se proclamará un texto del Evangelio de Lucas, comúnmente conocido como los peregrinos de Emaús. Se trata de una narración hermosa que nos presenta la situación por la que pasaban varios de los discípulos.


La narración menciona que Jesús se une, en el camino, a dos personas que se dirigen a su casa. Estos personajes regresan de Jerusalén desilusionados por lo sucedido a Jesús; pues lo habían matado y no había esperanza.


Estos discípulos le platican al compañero de camino, a quien no habían reconocido, la causa de su frustración. Jesús les ayuda a entender que lo sucedido era para que se cumpliera lo anunciado en las Escrituras.


A pesar de su desilusión, los discípulos ofrecen hospedaje al forastero. Y, estando a la mesa, al partir el pan reconocen que es Jesús resucitado; de inmediato su corazón se llena de alegría y regresan a Jerusalén con la noticia.


Los apóstoles, tras el encuentro con el resucitado y con la fuerza del Espíritu Santo, se lanzan a predicar. La predicación de los apóstoles está respaldada por su testimonio; es decir, de algo que ellos habían experimentado.


En su predicación, primera lectura, los apóstoles mencionan tres aspectos de la vida de Jesús: era un hombre que hacía prodigios y milagros, los judíos lo entregaron a los romanos para que lo clavaran en la cruz pero Dios lo resucitó.


Estos tres aspectos forman parte del credo más antiguo de los cristianos. El aceptar que Jesús resucitó implica: que era el Mesías y que Dios había actuado a favor de quien los hombres habían matado injustamente.


Con esta verdad kerigmática despiertan la fe en los oyentes para que juntos construyan el reino de Dios por todo el mundo. Claro que la extensión del Reino implica también signos, como son: el amor, la justicia, la paz, etc.


San Pedro, segunda lectura, nos hace tomar conciencia de que Dios, con la sangre de Cristo, nos rescata de la vida de pecado. Por ello, nosotros tenemos que mantenernos fieles mientras peregrinamos por la tierra.


La fidelidad deberá manifestarse haciendo nuestro el proyecto de Jesús; el cual no debemos abandonar, incluso en los momentos difíciles de la vida, cuando la desilusión parece invadirnos por las cosas que suceden.


*****



II DOMINGO DE PASCUA
27 de abril de 2014


Primera lectura: Hechos 2, 42-47.
Salmo responsorial: 117.
Segunda lectura: 1 Pedro 1, 3-9.
Evangelio: Juan 20, 19-31.


“LA PAZ ESTÉ CON USTEDES”


La resurrección de Jesucristo de entre los muertos, enseña San Pablo, nos concedió que renaciera la esperanza de una nueva vida. Esta vida será plena en el cielo, pero el Señor nos la comparte desde la tierra.


Los primeros discípulos al inicio dudaban y tenían miedo, por eso permanecían con las puertas atrancadas, a pesar de que haber visto al resucitado; fue necesario recibir al Espíritu Santo para que el miedo desapareciera.


El miedo desapareció y la resurrección de Jesús se convierte en fundamento para la vida del discípulo; y ésta se vive en comunidad y le da horizonte a toda la creación. Surge una nueva persona y un nuevo orden.


Los primeros discípulos nos enseñan que para construir la comunidad es necesario: ser constantes en escuchar la Palabra de Dios, disposición para vivir la comunión fraterna, participar asiduamente en la Eucaristía y en la oración.


Las dificultades, tropiezos y caídas, que surgen en la construcción de una comunidad justa e igualitaria no son signo de que no es posible su edificación, sino más bien que no es fácil conseguirlo, pero no imposible.


Hoy, los discípulos del resucitado tenemos que hacer nuestro el proyecto de Jesús, de tal manera que nos comprometamos a trabajar por edificar esa comunidad fraterna, donde haya paz, amor, justicia, fraternidad.

Por lo tanto, no basta decir que tenemos fe sino abrirnos a todo lo que implica la fe. Y esto es lento. Se requiere de un proceso y crecimiento paciente; que unos y otros nos amemos, acompañemos y ayudemos.


Probablemente la simple práctica de las costumbres religiosas que aprendimos no nos llenen ni nos ayuden a madurar en nuestra fe. De ello tenemos que tomar conciencia, y buscar el encuentro personal con Jesucristo.


Porque nuestra fe en Jesús resucitado nos tiene que animar y dar esperanza para llevar el amor, la paz y la justicia a nuestros hermanos; y luchar contra todo aquello que impide a muchos hermanos tener la nueva vida.


*****



DOMINGO DE RESURRECCIÓN
20 de abril de 2014


Primera lectura: Hechos 10, 34. 37-43.
Salmo responsorial: 117.
Segunda lectura: 1 Corintios 5, 6-8 / Colosenses 3, 1-4.
Evangelio: Juan 20, 1-9 / Lucas 24, 13-35


¡HA RESUCITADO!


La Vigilia Pascual inicia con la bendición del fuego. El Cirio, signo de Jesús resucitado, significa que la luz ha vencido a la oscuridad; a la muerte. Por lo tanto, la muerte ya no es la última palabra para el hombre.


La nueva luz nos ayuda a caminar en la oscuridad. De esta luz participamos desde el bautismo. Por ello, los discípulos tenemos como misión inundar el mundo de esta luz, para que nadie se pierda en la oscuridad.


La Palabra de Dios nos hace ver que Dios, desde la creación, conduce la historia de la salvación. Llega a su punto culminante en Cristo, que murió y resucitó. Y nosotros por medio del bautismo pasamos de la muerte a la vida.


En esta noche santa renovamos las promesas bautismales. Reafirmamos que desde el bautismo hemos muerto con Cristo. Por lo tanto, ya no debemos seguir en el pecado, porque ahora tenemos una nueva vida.

En la celebración Eucaristía proclamamos que Jesús ha resucitado y está vivo para siempre. En ella nos unimos sacramentalmente a Cristo y nos alimentamos de su cuerpo y sangre, para continuar nuestro caminar.

La experiencia de la resurrección transforma radicalmente el corazón de los discípulos: comprenden las escrituras, de las que les había hablado el maestro; nuevamente se unen; se llenan de valor y se lanzan a predicar.


La predicación de los apóstoles denuncia la muerte de Jesús, por los judíos, y anuncia la resurrección, como obra del Padre que desaprueba la injustica humana. La muerte y resurrección de Jesús nos abre las puertas de la salvación.


A la salvación están invitados todos los hombres y mujeres; porque Jesús derribó las barreras que separaban a las personas en la tierra. Por ello, no podemos cerrarnos ni excluir a nadie sino amarnos unos a otros.

Creer en la resurrección de Jesús es creer en su palabra, en su proyecto; creer como Él: su actitud ante la historia, su opción por los pobres, su propuesta, su lucha decidida, su causa; participar en la construcción de su Reino.


Los discípulos de Jesús no podemos quedarnos en la muerte, porque Jesús ¡ha resucitado! Debemos ser testigos de la Vida, luchar para que en nuestras familias y en nuestro entorno desaparezca todo lo que causa muerte.


*****




DOMINGO DE RAMOS
13 de abril de 2014


Primera lectura: Isaías 50, 4-7.
Salmo responsorial: 21.
Segunda lectura: Filipenses 2, 6-11.
Evangelio: Mateo 26, 14-27, 66.


CRISTO JESÚS, SIENDO DIOS, NO SE AFERRÓ A SU DIVINIDAD


Desde el miércoles de ceniza hemos venido preparándonos para celebrar la Pascua del Señor, es decir, el paso del Señor, de la muerte a la Vida. Al llegar a la Semana Santa intensifiquemos más nuestra preparación.


Varios días de esta semana escucharemos la palabra de Dios, como no lo hacemos ordinariamente. Aprovechemos para identificarnos más con el Señor, para fortalecer la fe que tenemos en Jesucristo Nuestro Señor.

El domingo de ramos recordamos la llegada de Jesús a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Varias personas, que lo conocían o habían oído hablar de Él, salieron a su encuentro, con ramos y tendiendo sus mantos.


La lectura de la Pasión, en este domingo, narra algunos aspectos del desenlace de la vida de Jesús. Los dirigentes del pueblo, que conocían la Palabra de Dios, no reconocen al Mesías, en la persona de Jesús.

Jesús enfrentó la pasión y crucifixión con responsabilidad y, como dicen, no se echó para atrás. Jesús sabía que era parte de su misión, por eso afirma que todo sucedía para que se cumplieran las Escrituras.


Los discípulos de Jesús se espantaron, huyeron y se escondieron, pues podían correr la misma suerte; pero, además, era un hecho escandaloso, pues no pensaban que así terminaría la vida del Mesías.

Posteriormente comprendieron que la muerte de Jesús era un paso obligado para la resurrección. Porque así estaba escrito. Isaías profetiza que el Mesías estaría expuesto a los golpes, a los insultos, a los salivazos, etc.

Los primeros discípulos también comprendieron que el seguimiento de Jesús implicaba pasar por la muerte. Pero esto no los amedrantó y se lanzaron a predicar; a llevar la noticia de salvación a todas partes.


En las lecturas se van mencionando varios elementos que nos dan a entender que se trata del Mesías que fue condenado. Pero también que la muerte de Jesús es fruto del amor de Dios y se convierte en vida, en perdón.


El amor de Dios es tan grande, que Dios en Cristo se hizo tan pequeño, pues tomó la condición de siervo, semejante a los hombres, para que todos sus discípulos, quienes lo sigan, participen de la gloria, de la salvación.


*****



V DOMINGO DE CUARESMA
06 de abril de 2014


Primera lectura: Ezequiel 37, 12-14.
Salmo responsorial: 129.
Segunda lectura: Romanos 8, 8-11.
Evangelio: Juan 11, 1-45.


“SÍ, SEÑOR. CREO FIRMEMENTE”


Para Israel el destierro era como una tumba, porque las promesas de tierra, larga vida y descendencia quedaban sepultadas. Ante esta situación, el profeta Ezequiel anuncia la esperanza de la intervención divina.


Ezequiel profetiza que Dios abrirá los sepulcros, sacará a su pueblo y lo conducirá a su tierra. Entonces el Señor infundirá su espíritu y les devolverá la vida. En esta época, aún no se tenía una idea clara de vida en el más allá.

La esperanza en la vida más allá de la muerte aparece hasta los últimos libros de la Biblia. De tal manera que en tiempos de Jesús, los fariseos creían en la resurrección mientras que los saduceos no la aceptaban.


El Evangelio se refiere a la resurrección de Lázaro. Éste fue el último signo que realizó Jesús. Después de este milagro los dirigentes israelitas se pusieron de acuerdo y vieron la conveniencia de darle muerte a Jesús.


La finalidad del milagro es “manifestar la gloria de Dios”. El relato describe el proceso del crecimiento de la fe de los discípulos en Jesús. Jesús mismo va conduciendo la fe; va de una fe limitada a una fe firme en su persona.


Por su parte, Marta, la hermana de Lázaro, cree en Dios y en la resurrección. Asimismo, es amiga de Jesús, pero no lo conoce completamente. Entonces Jesús le hace una revelación: “Yo soy la resurrección y la vida”.


Ante tal revelación, Marta tiene que esclarecer y afirmar su fe en la persona de Jesús. Y lo hace con las siguientes palabras: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.


Jesús no sólo cura a los enfermos, sino que resucita a los muertos; muestra que “el don de Dios” da esperanza donde se ha perdido toda esperanza. Dios, por medio de su Hijo Jesús, da vida, incluso donde ya no hay vida.

Marta esperaba una curación, pero Jesús restituye la esperanza. Quienes creen en Cristo forman parte de la comunidad de Betania, donde reina el amor y la solidaridad. Aquí ya no domina la muerte sino la Vida.


Jesús no elimina la muerte física, pero la fe en la resurrección le da otra dimensión a la vida. en la nueva vida se participa, por medio del Bautismo, al recibir el Espíritu Santo que nos identifica con Cristo.


*****



IV DOMINGO DE CUARESMA
30 de marzo de 2014


Primera lectura: 1 Samuel 16, 1. 6-7. 10-13.
Salmo responsorial: 22.
Segunda lectura: Efesios 5, 8-14.
Evangelio: Juan 9, 1-41.


¿CREES TÚ EN EL HIJO DEL HOMBRE?


Las tribus de Israel, ya en la tierra prometida, sintieron la necesidad de contar con un rey, como los pueblos vecinos, porque tenían fuertes problemas internos y por la amenaza de los filisteos. El primer rey de Israel fue Saúl.


Este rey pronto se convirtió en un tirano, agravando los conflictos internos. Por ello, el profeta buscó otro líder; y ungió como rey a David. El rey David gobernó varios años e hizo cosas positivas pero también tuvo grandes errores.


Siglos más tarde, los profetas cayeron en la cuenta que no era suficiente cambiar al rey, que era necesario un nuevo sistema social, que tomara en cuenta los ideales de Israel. Sin embargo, la esperanza del líder salvador continuó.


En tiempos de Jesús, la gente no fácilmente lo reconocía como el ungido del Señor o Mesías, porque su origen era humilde y por su manera particular de interpretar la ley y por su poca vinculación con el templo y sus rituales.


Y cuando se escribe el Evangelio de Juan, la comunidad cristiana tenía problemas para presentar la misión salvadora de Jesús. Había prejuicios culturales y sociales que impedían reconocer a Jesús como el verdadero Mesías.


Las obras de Jesús en favor de pobres, enfermos y pecadores molestaron sobre todo a los dirigentes, quienes desconocían la filiación divina de Jesús; y eran agresivos con quienes se convertían en sus seguidores.


A Jesús le preocupaba no únicamente curar al enfermo sino devolverle su dignidad; la cual era negada por el sistema religioso tan arbitrario. Pues una enfermedad era causa de rechazo de la vida social y religiosa.


De esta manera, Jesús cura al ciego de nacimiento y lo libera de la marginación en la que estaba. Ahora, el que era ciego pasa a formar parte de una comunidad, donde ya no existen los prejuicios que imponía la sociedad.


Pero la gente desconfiaba de las obras de Jesús, sobre todo porque no respetaba algunas disposiciones. Al ciego todo mundo lo interroga y los dirigentes terminan por expulsarlo de la sinagoga; entonces Jesús le sale al encuentro.


Finalmente, el ciego no sólo ve la luz sino también la gloria de Dios; es decir, reconoce a Jesús y afirma su fe en Él. Jesús concluye afirmando: Yo he venido "para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos".


*****



III DOMINGO DE CUARESMA
23 de marzo de 2014


Primera lectura: Éxodo 17, 3-7.
Salmo responsorial: 94.
Segunda lectura: Romanos 5, 1-2. 5-8.
Evangelio: Juan 4, 5-42.


YO SOY, EL QUE HABLA CONTIGO


En la lectura del Éxodo podríamos ver que los pueblos buscan, de diferentes maneras la fuente de la Vida, que es Dios. Pero cuando no la encuentran o no les satisface, dudan, se revelan o exigen; como le pasaba Israel.


El Evangelio nos presenta el relato del encuentro de Jesús con la samaritana. Se trata de un relato simbólico; lo que es peculiar del Evangelio de Juan. Por lo tanto, es muy importante saber qué nos quiere enseñar Juan.


El diálogo sucede en torno a un pozo de agua. Jesús le pide agua a una mujer. Esta mujer era samaritana, es decir, pertenecía a Samaria; pueblo que era mal visto por el pueblo de Israel, porque era considerado pagano.


La samaritana, en cuanto le tiene confianza a Jesús, le expresa un problema: sus padres les enseñaron que debían adorar a Dios en el monte Garizim; en cambio, los judíos decían que debía ser en Jerusalén.


Lo expuesto por la samaritana se puede entender como una pregunta: ¿cuál es la religión verdadera? Jesús responde que a Dios no se le adora en un lugar o en una forma determinada, sino en “espíritu y en verdad”.


El diálogo que se da entre dos personas de pueblos con diferencias en su religión es muy interesante, teniendo en cuenta que en el pasado las sociedades no eran plurales, cultural y religiosamente, como tratan de serlo hoy.


Para los cristianos, el encuentro con Dios se da por medio de Cristo. Y al encontrarse con Dios necesariamente se debe participar a los hermanos, es decir, a la comunidad, como la samaritana lo hizo con su pueblo.


Los judíos despreciaban a los samaritanos por paganos. Pero Jesús no desprecia a la mujer sino que la acepta y dialoga con ella; y ésta al reconocer al Mesías se convierte en su pregonera, lleva el mensaje a sus hermanos.


Aquí admiramos la pedagogía de la salvación: 1) Dios, que nos ama mucho, toma la iniciativa; Jesús se dirige a la mujer. 2) El hombre o mujer debe corresponder al amor de Dios; la mujer va descubriendo a Jesús. 3) Quien se encuentra con Dios, se une al proyecto de Jesús y lo proclama a los hermanos.


*****



II DOMINGO DE CUARESMA
16 de marzo de 2014


Primera lectura: Génesis 12, 1-4.
Salmo responsorial: 32.
Segunda lectura: 2 Timoteo 1, 8-10.
Evangelio: Mateo 17, 1-9.


ÉSTE ES MI HIJO MUY AMADO


El Génesis narra que Dios invita a Abraham a dejar familia y tierra y le ofrece una nueva vida, que incluye tierra, pueblo y bendiciones. Abraham acepta la invitación, porque necesitaba mejorar su vida y porque confiaba en el Señor.


Hoy en día, como en tiempo de Abraham, muchas personas y familias abandonan su tierra en busca de una vida mejor, porque este mundo produce mucha muerte. Algunos mejoran su vida, pero solamente en lo material.


San Pablo expresa que Dios, quien nos ha salvado por medio de su Hijo Jesucristo, quiere que nos consagremos a Él, para que participemos plenamente de su vida; a esa vida a la que nos ha llamado desde el principio.


Las promesas a Abrahám, como parte del plan de Dios, llegan a su plenitud en Cristo Jesús; quien por medio del Evangelio, afirma la carta a Timoteo, “destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad”.


El Evangelio relata la transfiguración, estando presentes Pedro, Santiago y Juan. La escena está en sintonía con el plan de Dios -se escucha la voz del Padre- y en continuidad con el Antiguo Testamento -significado por Moisés y Elías.


El Padre, por medio de su palabra, ratifica a su Hijo, rechazado por muchos judíos que no aceptaban que fuera el Mesías, al afirmar: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”.


El Señor quiere la vida plena para todos, la cual comienza en la tierra. Porque las promesas empiezan a cumplirse aquí. No podemos seguir pensando que únicamente en la otra vida participaremos de la vida de Cristo.


Pero para participar de la Vida hay que pasar por la cruz. Los apóstoles, que esperaban un Mesías glorioso, creían que era el fin; eso expresa la petición de Pedro. Pero Jesús les anuncia que antes tendrá que padecer y morir.


Los discípulos no estamos exentos de la muerte si en verdad trabajamos para que los hermanos tengan vida; y no seremos verdaderos discípulos del Señor si no somos capaces de dar la vida por nuestros hermanos.


*****



I DOMINGO DE CUARESMA
09 de marzo de 2014



Primera lectura: Génesis 2, 7-9; 3, 1-7.
Salmo responsorial: 50.
Segunda lectura: Romanos 5,12-19.
Evangelio: Mateo 4, 1-11.



NO SÓLO DE PAN VIVE EL HOMBRE



Las lecturas del primer domingo de cuaresma exponen las tentaciones: el Génesis se refiere a Adán y Eva que sucumben en la prueba; y el Evangelio habla de las pruebas de Jesús en el desierto, de las que sale victorioso.


Dios creo al hombre y a la mujer y acondicionó el jardín para que vivieran en él, pero les puso algunas condiciones, de vida o muerte. Eva y Adán seducidos por la serpiente cayeron en la tentación de comer del árbol prohibido.


Jesús es llevado al desierto, lugar de la nueva creación, donde es puesto a prueba por el demonio. Sale airoso, en las tres ocasiones, rebatiendo a satanás con textos del libro del Deuteronomio, del Antiguo Testamento.


Jesús, a diferencia de las dudas del pueblo de Israel en el desierto, en ningún momento desconfía de la fidelidad, del amor, de Dios. No necesita pruebas para reafirmar que es el Mesías; tiene plena confianza en su Padre.


El demonio pone tres pruebas a Jesús. A la primera, de que si es el Hijo de Dios que convierta las piedras en pan, Jesús responde: “No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.


A la segunda prueba, de que se lance de la torre del templo, porque está escrito que como hijo de Dios los ángeles lo protegerán y no le pasará nada, Jesús contesta: “También está escrito: no tentarás al Señor, tu Dios”.


En la tercera, el demonio lo lleva a un monte muy alto, y le pide a Jesús que se someta a él, que se postre y que lo adore. A esto Jesús replica: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.


Las tentaciones -tener, portento y poder-, que Jesús enfrenta, son avasalladoras en el mundo de hoy. Nosotros debemos seguir a Jesús, que nos ensaña: confiar en Dios y compartir, ser responsables y solidarios, servir y dar la vida.


San Pablo nos recuerda, en la carta a los Romanos, que por Jesucristo Dios nos ha restituido la vida, con abundancia de gracia. Por lo tanto, si hemos sido constituidos en justos ya no tenemos por qué seguir en la muerte.


¡Misericordia, Señor, hemos pecado!