XXXIII DDOMINGO ORDINARIO
1ª Lectura: Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31.
Salmo responsorial: 127.
2ª Lectura: 1 Tesalonicenses 5, 1-6.
Evangelio: Mateo 25, 14-30.
¿QUÉ HAS HECHO CON TUS TALENTOS?
Jesús, por medio de una parábola, en el Evangelio de este domingo, enseña que Dios ha dado a cada hombre y mujer talentos, dones, capacidades; los cuales tenemos que desarrollar, perfeccionar y usar para construir el Reino de Dios aquí en la tierra.
Es lamentable que varios, en nuestro tiempo, utilicen su inteligencia y sus cualidades para satisfacer su egoísmo y para hacerle mal al prójimo, como se está viendo en nuestro país.
Los católicos tenemos que tomar conciencia de los dones que Dios nos ha dado y emplearlos para hacer de nuestra vida una ofrenda agradable a Dios y para servir y solidarizarnos con nuestras familias, prójimos, comunidades; sobre todo con los más necesitados.
Ante los problemas del país no podemos esconder los dones que Dios nos ha dado sino ponerlos al servicio de la construcción de una sociedad justa, fraterna y solidaria. Pues el Señor nos pedirá cuentas de lo que hemos hecho con nuestros talentos.
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XXVIII
DOMINGO ORDINARIO
12 de octubre
de 2014
Primera lectura: Isaías 25,
6-10.
Salmo responsorial: 22.
Segunda lectura: Filipenses
4, 12-14. 19-20.
Evangelio:
Mateo 22, 1-14.
EL
SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA
En el Antiguo Testamento el plan de
Dios es comparado a un banquete suculento. En un banquete hay comida y bebida, abundante
y especial, que une a los comensales y los llena de alegría; olvidándose de dolor.
La salvación, expresa el profeta,
transforma la tristeza en alegría, y destruye la muerte para siempre. Dios se
manifiesta irradiando su gloria que enjuga las lágrimas y llena de gozo y
esperanza los corazones de sus hijos.
El salmo enseña que el Señor es con su
pueblo como un pastor con sus ovejas: cuida que no les falte nada, que tengan comida,
descanso y tranquilidad; está con ellas, las guía en su caminar y las protege
del peligro.
Jesús, en el Evangelio, compara el
Reino de los cielos a un banquete de bodas. A ese banquete estamos invitados,
pero depende de nosotros aceptar o no la invitación. Se nos invita a participar
gratuitamente en la salvación.
En la vida tenemos muchos compromisos
y muchas cosas nos preocupan; y aceptar el proyecto del Señor implica dejar
todo. Porque los pensamientos de Dios son muy diferentes a lo que nos propone el
mundo.
A la salvación están invitados todos
no sólo los buenos. La perspectiva es universal, superando toda diferencia
humana. La salvación es para buenos y malos, para judíos y paganos; para todos
los que acepten la invitación.
Pero al banquete se va con el traje de
bodas, es decir, tener el don de la fe; creer en el proyecto de Cristo. Y la fe
necesariamente deberá ir acompañada de las obras, porque quien tiene fe hace
suyo el proyecto del Señor.
San Pablo, por su parte, partiendo de
su propia experiencia, exhorta a confiar en Dios en los momentos difíciles de
la vida; porque Él nos ayudará a remediar con abundancia todas las necesidades
que se nos presenten.
Al participar de la
Eucaristía presentemos nuestros frutos que cada día, con la ayuda del Señor, producimos.
También pidamos la gracia del Señor para que colaboremos a extender el banquete
a todos los hermanos.
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XXVII
DOMINGO ORDINARIO
5 de octubre
de 2014
Primera lectura: Isaías 5,
1-7.
Salmo responsorial: 79.
Segunda lectura: Filipenses
4, 6-9.
Evangelio:
Mateo 21, 33-43.
LA
VIÑA DEL SEÑOR
El profeta Isaías y Jesús echan mano
de la imagen de la viña para explicar la Palabra de Dios. Las imágenes tomadas
de la vida real ayudan a los oyentes a comprender mejor el mensaje que se
quiere transmitir.
Pero no se trata simplemente de hacer entender
el mensaje sino que lleve a los oyentes a compromisos concretos por la vida, la
justicia y la solidaridad con el hermano; lo que es evidente tanto en Isaías
como en Jesús
Ahora bien, los profetas vivían en
medio del pueblo y mantenían una actitud crítica ante las estructuras de poder.
Isaías usa la imagen de la viña para hacer ver al pueblo y a los gobernantes
que no daban buen fruto.
Jesús también parte de la imagen de la
viña para decirle al pueblo y a sus gobernantes que habían rechazado el plan de
Salvación desde el tiempo de los profetas, ya que no los escucharon, y tampoco
lo escuchaban a Él.
Por esta razón el Reino de Dios está
abierto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad; es decir, quienes
vivan el amor y la justicia. Esto molestaba a los ostentadores del poder, tanto
político como religioso.
El Reino de Dios se abre a los
extranjeros, a los enfermos y a los pecadores. Porque, como escuchábamos el
domingo pasado, los publicanos y prostitutas están en mejor disposición de
aceptar el plan salvífico.
En la actualidad, los discípulos de
Jesús, de cualquier pueblo que seamos y pecadores, formamos parte de la viña
del Señor; pero estamos comprometidos a producir buenos frutos con los que se
alimenten los demás.
Por ello, san Pablo nos invita a estar
unidos al Señor, agradeciendo y suplicando, por medio de la oración, para que
la paz del Señor custodie nuestros corazones y nuestros pensamientos ante tanta
incertidumbre.
Pero la oración nos
debe llevar a un compromiso claro, por ello añade: “aprecien todo lo que es
verdadero y noble, cuanto hay de justo y puro, todo lo que es amable y honroso,
todo lo que sea virtud y merezca elogio”.
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XXVI
DOMINGO ORDINARIO
28 de septiembre
de 2014
Primera lectura: Ezequiel
18, 15-28.
Salmo responsorial: 24.
Segunda lectura: Filipenses
2, 1-11.
Evangelio:
Mateo 21, 28-32.
DESÚBRENOS, SEÑOR, TUS CAMINOS
Si el justo se aparta del camino del Señor peca y va a la muerte; y si el pecador se arrepiente de su pecado, deja su mal camino y permite la acción de Dios salva su vida, porque practica la rectitud y la justicia.
El Señor, por medio de Ezequiel, enseña que quienes se consideran buenos corren el peligro de cerrarse a la acción de Dios; no están dispuestos a cambiar, porque piensan que están salvados o merecen la salvación.
La parábola del Evangelio también denuncia
la falsa conciencia religiosa. La respuesta de los dos hijos es ambigua, pero lo
que cuenta son las obras. No bastan las palabras es necesario cumplir con la obligación.
En cambio hay algunos que parece que
se niegan a obedecer pero están dispuestos a servir. Jesús denuncia la postura de
los judíos ante los pecadores y paganos; pues se creían buenos los judíos y
malos los otros.
La conversión no es asunto de
palabras, pensamientos bonitos o grandes ejercicios piadosos sino de un llamado
al discernimiento, al compromiso y a practicar la justicia; lo que falta en
muchos de los católicos de hoy.
Por eso Jesús decía que las
prostitutas y publicanos, los malos, se adelantarían a los judíos en el Reino
de los cielos. En la actualidad varios no católicos, e incluso no creyentes, se
ocupan más del necesitado.
San Pablo nos exhorta a tener los
mismos sentimientos de Cristo, quien siendo Dios se hizo esclavo, es decir
nada, semejante a los hombres, se humilló y, por obediencia, murió en la cruz
para salvar a los humanos.
Los sentimientos de Cristo deben
impulsarnos a hacer las cosas sin espíritu de rivalidad ni presunción sino con
humildad; a no considerarse superior a los demás, sino menor; y tampoco a buscar
el propio interés.
El católico debe
evaluarse no a la luz de criterios piadosos sino de la práctica de Jesús, quien
siempre actuó en el mundo con misericordia. Y de esa actitud misericordiosa no
estamos exentos los discípulos de Jesús.
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XXV
DOMINGO ORDINARIO
21 de septiembre
de 2014
Primera lectura: Isaías 55,
6-9.
Salmo responsorial: 144.
Segunda lectura: Filipenses
1, 20-24. 27.
Evangelio:
Mateo 20, 1-16.
¿EL SEÑOR ES COMPASIVO Y MISERICORDIOSO?
Isaías invita a no alejarse del Señor, sino a buscarlo y a invocarlo. Asimismo exhorta al pecador para que retome el camino del Señor, a que se convierta, a que confié en Dios, quien es rico en misericordia y perdón.
El profeta también nos hace tomar
conciencia que los pensamientos y caminos de los hombres y mujeres no coinciden
con los pensamientos y caminos de Dios; es más, la distancia entre unos de
otros es muy grande.
Jesús con la parábola de los
jornaleros de la viña enseña que los pensamientos de Dios son muy diferentes a
los nuestros. Porque Jesucristo con su manera de actuar revela un Dios que no
es utilitarista y excluyente.
El sistema religioso de la época de
Jesús era utilitarista, pues estaba centrado en el mérito y en la paga. Por
este sistema, la salvación se había convertido en un mercado de compra y venta,
que Jesús cuestionó.
Por el contrario, el Señor acepta y
trata a todos con misericordia, siempre y cuando se incorporen a su camino; a
tal grado que los primeros pueden ser los últimos, si éstos no se disponen a participar
en su Reino.
La parábola también señala la
mentalidad judía, en tiempos de Jesús. Éstos creían que el Reino de Dios estaba
destinado solamente a ellos, y quienes no fuesen judíos, es decir, los paganos,
quedaban excluidos.
La parábola no pone el acento en si
era justo o no el patrón, sino en que prefirió a los que no eran sus
trabajadores. Lo que es común en la práctica de Jesús, pues brinda la salvación
a la samaritana, a la sirofenicia, etc.
Tenemos que superar todo espíritu de
competencia y codicia, porque la salvación es un don gratuito de Dios, que es
misericordioso. Debemos estar abiertos a todos, porque no somos los únicos; la
salvación es para todos.
San Pablo enseña que tanto su vida
como su muerte están en función de Cristo. De tal manera, que le gustaría, por
una parte, morir para estar con Cristo, pero, por otra, continuar vivo, para el
bien de sus hermanos.
¿Y nosotros qué pensamos y hacemos?
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XXIV
DOMINGO ORDINARIO
14 de septiembre
de 2014
Primera lectura: Sirácide
(Eclesiástico) 27, 33-28,9.
Salmo responsorial: 102.
Segunda lectura: Romanos
14, 7-9.
Evangelio:
Mateo 18, 21-35.
¿CUÁNTAS
VECES DEBO PERDONAR?
La palabra de Dios, en la primera
lectura y el salmo, nos invita a perdonar las ofensas del próximo, como Él lo
hace con nosotros, ya que es compasivo y misericordioso. Por eso desechemos de
nuestro corazón el rencor y la cólera.
Si no perdonamos no tenemos cara para
pedirle perdón. Además, no olvidemos el gran amor que el Señor nos tiene, a
pesar de nuestra pequeñez. Por todo eso tengamos muy presentes los mandamientos
del señor.
El Evangelio se refiere a la parábola
del servidor que es perdonado, pero que él no perdona una deuda menor. Jesús enseña
que debemos perdonar porque Dios siempre nos perdonas, aunque las faltas sean
graves.
Es verdad que no es fácil perdonar,
sobre todo, cuando ha sufrido un daño grande; pues las secuelas perduran.
Además, para el mundo quien perdona es tonto; por ello se suele decir: “el que
la hace, la paga”.
Pedro preguntó ¿cuántas veces hay que
perdonar? Jesús responde: “setenta veces siete”; es decir, siempre, como Dios
lo hace: “El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la
deuda”.
Tenemos que abandonar la mentalidad
del mundo e identificarnos con el Señor, para poner en práctica su palabra. Si
perdonamos de verdad experimentaremos la alegría que viene del Señor, quien es
verdadero amor.
Si perdonamos seremos coherentes y
haremos nuestro lo que dice la oración de los hijos de Dios, que es el Padre
Nuestro: “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que
nos ofenden”.
El perdón es un don, una gracia, que
viene del amor y la misericordia de Dios. Para recibir esa gracia es necesario
abrir el corazón al amor de Dios, y así poder tratar a los demás con los mismos
criterios de Dios.
Para poder perdonar
es necesario lo que dice san Pablo, vivir para el Señor. Porque los discípulos
creemos en Cristo que ha muerto y ha resucitado, por lo tanto es Señor de vivos
y muertos, y no perdonar es estar muertos.
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XXIII
DOMINGO ORDINARIO
7 de septiembre
de 2014
Primera lectura: Ezequiel
33, 7-9.
Salmo responsorial: 94.
Segunda lectura: Romanos
13, 8-10.
Evangelio:
Mateo 18, 15-20.
QUIEN
AMA A SU PRÓJIMO NO LE CAUSA DAÑO
Ezequiel se presenta como vigilante:
que está pendiente de lo que pasa, para alertar y prevenir al pueblo, y atento
a la Palabra de Dios. La misión del profeta es iluminar con la Palabra de Dios
los acontecimientos de la historia.
El profeta es responsable de lo que
pueda pasar: Su misión es iluminar al pueblo pero, claro, el pueblo puede
aceptar o rechazar su palabra. Sin embargo el profeta no puede dejar pasar el
peligro ni callar ante los hechos.
El principal mandamiento del cristiano
es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este mandato debe guiar la vida de
todo creyente. Con el amor se deberán enfrentar los desafíos que se presentan
en la vida concreta.
Quien ama a su prójimo, dice san
Pablo, no le causa daño a nadie, por el contrario, buscará siempre ayudarlo; y
esto se deberá manifestar en las cosas concretas, como: respeto, servicio,
solidaridad, perdón, comprensión, tolerancia.
El amor también se manifiesta en la
corrección fraterna, nos enseña Jesús, en el Evangelio de san Mateo, por eso:
“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás
salvado a tu hermano”.
Pero como el pecado no es únicamente
individual sino también contra la comunidad, entonces también interviene la
comunidad; pero se hace de forma progresiva, primero ir acompañado de una o dos
personas.
Si la persona no se arrepiente ni da
señales de conversión, entonces la comunidad se verá en la necesidad de
expulsarlo. Porque quien no quiera integrarse a la comunidad no es verdadero discípulo
de Jesús.
En la comunidad debe haber reconciliación.
El Evangelio no rechaza a los pecadores, pero el pecador deberá reconocer su
pecado y entrar en un camino de conversión, que lo lleve a reintegrarse a la
comunidad.
La comunidad formada
por los discípulos de Jesús deberá ser signo de perdón, por ello dice Jesús:
“Todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten
en la tierra quedará desatado en el cielo”.
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XXII DOMINGO
ORDINARIO
31 de agosto de 2014
Primera lectura: Jeremías
20, 7-9.
Salmo responsorial: 62.
Segunda lectura: Romanos
12, 1-2.
Evangelio:
Mateo 16, 21-27.
EL
DISCÍPULO: RENUNCIAR A SÍ Y CARGAR LA CRUZ
Después de la confesión de Pedro,
Jesús explica a sus discípulos las consecuencias que tendrá por ser el mesías.
Entonces Pedro lo apartó y trató de disuadirlo: “No lo permita Dios, Señor. Eso
no te puede suceder a ti”.
¿Por qué ese cambio de Pedro? Pedro no
había percibido lo que conllevaba que Jesús fuera el Mesías. Además, no había
comprendido que el Señor anuncia la resurrección, la cual pasa necesariamente
por la cruz.
La respuesta de Jesús es drástica,
porque Pedro quería impedir su fidelidad: “¡Apártate de mí, Satanás, y no
intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de
Dios, sino el de los hombres!”.
A continuación Jesús da a sus
discípulos dos condiciones necesarias para seguirlo. El discipulado tiene que
ser en serio y con mucha responsabilidad; porque el destino del discípulo es el
mismo que el del Mesías.
La primera condición para ser
discípulo de Jesús es renunciar a uno mismo, o sea que tengamos como más
importante a los otros; que no nos domine el egoísmo, sino que nos pongamos al servicio
de los demás.
La segunda condición del discípulo es
tomar la cruz. No se trata de resignarse ante las dificultades de la vida, sino
sobrellevar el peso del compromiso cristiano. Pues el servir a los demás, en no
pocos casos, es doloroso.
El discípulo sigue a Jesús, no lo imita;
pues imitarlo sería imposible. Seguirlo implica estar dispuesto a dar la vida por
el Reino. Tengamos presente que en el seguimiento el fin no son las dificultades
sino la resurrección.
Jesús anuncia que el discípulo estará
asociado a su triunfo; a la resurrección. El que arriesgue su vida por el
servicio y el amor participará de la gloria del Padre, pues: “le dará a cada
uno lo que merecen sus obras”.
La misión del profeta Jeremías está en
el mismo tono que la del Mesías. Dios sedujo a Jeremías y el profeta por ser
fiel a Dios se convierte en objeto de burla y desprecio de la gente. Le entra
la duda pero la Palabra es más fuerte.
San Pablo exhorta a los
discípulos del Señor a que hagan de su vida una ofrenda viva, santa y agradable
a Dios; también, a no dejarse transformar por los criterios del mundo que nos
desvían del proyecto de Jesús.
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XXI
DOMINGO ORDINARIO
24 de agosto
de 2014
Primera lectura: Isaías 22,
19-23.
Salmo responsorial: 137.
Segunda lectura: Romanos
11, 33-36.
Evangelio:
Mateo 16, 13-20.
¿QUIÉN
DICEN QUE SOY YO?
El profeta Isaías da a entender que el
rey no ejercía bien su trabajo, por eso Dios lo amenaza de destituirlo del cargo.
De este modo, el Señor exhortaba al gobernante a realizar su tarea según la
voluntad de Dios.
Un gobernante con el poder suele engreírse
y convertirse en opresor del pueblo. Y, a la vez, por su mal gobierno, generar estructuras
que no son para servir sino para dominar y oprimir al pueblo; con lo que todo
va a la ruina.
Isaías profetiza que quien ocupará el
trono no será un opresor sino un padre para todos los ciudadanos. El heredero
de David recibirá las llaves para abrir y cerrar la casa, que se le ha
encomendado, y su trono será de gloria.
En el Evangelio, Jesús pregunta a sus
discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Las respuestas
demuestran que la gente en general no sabía quién era Jesús; que lo confundían
con alguno de los profetas.
En el pueblo había diferentes
concepciones del Mesías, y cada uno quería ver a Jesús de acuerdo a su
concepción que tenía, en lugar de cambiar de mentalidad; es decir, no distinguían
la novedad del Señor Jesús.
La misma pregunta Jesús hace a sus
discípulos y Simón Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Entonces
Jesús le hace ver a Pedro que su respuesta es por revelación del Padre, que
está en los cielos.
Jesús no es el Mesías triunfalista y
prepotente esperado por algunos de Israel, sino Dios que se ha hecho hombre y muere
en la cruz, por servir a los hermanos. Es el Hijo del Hombre testigo del amor, la
justica, la paz.
Una vez reafirmada la fe de Pedro, le
dice que sobre esa piedra edificará su Iglesia; y que podrá luchar contra lo
que se oponga al proyecto de Dios. Y, además, le dará las llaves para admitir o
no en el Reino de los cielos.
La fe nos une a la
persona de Jesús y nos incorpora a su comunidad. Y la vivencia del amor, la
justicia, el perdón, la paz, la fraternidad nos identifica con el proyecto de
Dios. Se trata de una sabiduría distinta a la del mundo.
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XX
DOMINGO ORDINARIO
17 de agosto
de 2014
Primera lectura: Isaías 56,
1. 6-7.
Salmo responsorial: 66.
Segunda lectura: Romanos
11, 13-15. 29-32.
Evangelio:
Mateo 15, 21-28.
¡QUE
GRANDE ES TU FE!
Dios, a través de Isaías, expresa que le
es grato el culto de cualquier persona, siempre y cuando respete su alianza. Y
no excluye a nadie, pues dice: “porque mi templo será casa de oración para
todos los pueblos”.
El verdadero culto no consiste
únicamente en ofrecer holocaustos y sacrificios sino en reconocernos y
respetarnos como hermanos, sin divisiones, pues afirma: “Velen por los derechos
de los demás, practiquen la justicia”.
En el Evangelio, una mujer cananea, o
sea extranjera, interpela a Jesús y, desoyendo las reglas culturales, grita:
“Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente
atormentada por un demonio”.
En un primer momento Jesús no hace
caso y, ante la insistencia, la primera respuesta es la que solía dar cualquier
predicador judío; de rechazo: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas
descarriadas de la casa de Israel”.
La mujer obliga a Jesús a detenerse y
a dialogar con ella. Jesús en este diálogo con la mujer descubre su gran fe.
Entonces el Señor atiende su petición y le responde: “Mujer, ¡qué grande es tu
fe! Que se cumpla lo que deseas”.
Para participar del proyecto de Jesús
se necesita tener fe en el Señor, sin importar el origen o categoría de
persona. Al Plan de Salvación de Dios todos estamos invitados, pero se requiere
identificarse con su proyecto.
San Pablo, como Jesús, constata el
rechazo de los judíos al Reino de Dios y la adhesión de los no judíos. La
misericordia de Dios está abierta a todos los hombres y mujeres, y los invita a
seguir su camino.
Si Dios no rechaza a ninguna persona,
nosotros tampoco tenemos que excluir a nadie, por el contrario debemos estar
abiertos y dispuestos al diálogo. Ser misericordiosos y buscar la unidad con
todas las personas.
El Señor nos invita a
unirnos con las personas de buena voluntad, para construir el Reino de Dios en
la tierra; trabajar para que se respeten los derechos de todos y haya justicia,
paz, fraternidad y nadie sea excluido.
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XIX DOMINGO
ORDINARIO
10 de agosto de 2014
Primera lectura: 1 Reyes
19, 9. 11-13.
Salmo responsorial: 84.
Segunda lectura: Romanos
9, 1-5.
Evangelio:
Mateo 14, 22-33.
¿POR
QUÉ DUDAS?
Elías fue uno de los primeros profetas
de Israel muy destacado, porque asumió la causa de Yavé con radicalidad. En la
primera lectura escuchamos la manifestación de Dios a Elías en el monte de
Horeb; al inicio de su misión.
En esta época Israel pasaba por un
momento difícil, porque el rey había introducido culto a dioses extranjeros; y esto
causaba confusión y debilitaba la fidelidad a Dios, pues se desviaban del
sentido de los mandamientos.
Las nuevas ideas religiosas
legitimaban la violencia, la intolerancia y la expropiación para mantener el
poder. Entonces Elías levanta la voz contra todos los abusos que se cometían;
lo que le acarreo fuertes problemas.
Elías se dirige al Horeb, donde Dios
se le manifiesta en una brisa suave. El profeta retoma su tarea, pero con la
convicción, a partir de su experiencia, que con la espada no se consigue la
paz, el respeto y la justicia.
El Evangelio presenta una tentación en
la que pueden caer los discípulos de Jesús. Si la fe no está firme viene la
duda, con cualquier sacudida de la barca. Jesús le dice a Pedro: «Hombre de
poca fe, ¿por qué dudaste?»
La barca no está en peligro de
hundirse, pero el desconcierto es tal que no reconocen al maestro. Pedro invoca
a Jesús, pero su poca fe no le permite caminar sobre el agua. Para unirse al
proyecto de Jesús se necesita la fe.
Cualquier persona o comunidad puede
perder el horizonte ante los vientos adversos si la fe no está
firme. En estos momentos hay que retomar la fe en Jesús resucitado, para tomar
las mejores decisiones y no hundirse.
Solamente la tranquilidad nos puede
ayudar a no tomar el camino equivocado ante los problemas. La fe nos ayuda a
reconocer la presencia del resucitado para enfrentar los problemas y así llegar
con bien a tierra firme.
Jesús en todo momento
está a nuestro lado, por eso no debemos temer. El Evangelio termina diciendo:
«Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: “Verdaderamente
tú eres el Hijo de Dios”.»
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XVIII DOMINGO
ORDINARIO
03 de agosto de 2014
Primera lectura: Isaías 55,
1-3.
Salmo responsorial: 144.
Segunda lectura: Romanos
8, 35.37-39.
Evangelio:
Mateo 14, 13-22.
DENLES
USTEDES DE COMER
Isaías compara la Palabra de Dios con
el agua y la comida; necesarios para satisfacer la sed y el hambre. Para el
creyente la Palabra de Dios lo alimenta y vivifica; y se puede recurrir a esta
fuente de vida de manera gratuita.
El profeta también invita a no
malgastar fuerzas en lo que no da vida. Por el contrario, escuchar al Señor y comprender
que Él desea hacer una alianza perpetua con su pueblo para cumplir las promesas
que hizo a David.
El Evangelio de Mateo narra la
multiplicación de los panes. La gente sigue a Jesús a un lugar desértico donde
se había retirado tras la muerte del Bautista. Al ver a la multitud se
compadeció de ellos y curó a los enfermos
Al atardecer, los discípulos sugieren
a Jesús que despida a la gente para vayan a comprar comida, pues estaban en un
lugar despoblado. Pero Jesús responde: “No hace falta que vayan. Denles ustedes
de comer”.
Jesús enseña a sus discípulos que no deben
desentenderse de las necesidades de la gente; por eso no acepta que despidan a
la gente. Pues el ciudadano del Reino debe ser solidario y compartir con el que
no tiene.
Claro que la multiplicación de los
panes no reduce el Reino a satisfacer las necesidades básicas de las personas,
sino a ser guiados e iluminados con la Palabra de Cristo, para no usar las
cosas con mentalidad mercantilista.
La palabra de Dios es un alimento
sabroso y fortalece a quien la acoge. No solamente evita desfallecer sino también
ayuda al discípulo a ser generoso y solidario, para hacer comunidad viviendo la
fraternidad y la justicia.
El pasaje hace referencia a la
Eucaristía, memorial de la entrega de Jesucristo para salvar a los hombres y
mujeres. Los discípulos se alimentan de la Eucaristía para hacer presente el
Reino de Dios en el mundo.
Alimentados con el
pan de la Palabra y la Eucaristía en todo saldremos victoriosos; nada nos
apartará del amor y del proyecto de Jesús; e identificados con Jesús seremos
capaces de compartir con el que no tiene.
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XVII
DOMINGO ORDINARIO
27 de julio
de 2014
Primera lectura: 1 Reyes
3, 5-12
Salmo responsorial: 118.
Segunda lectura: Romanos
8, 28-30.
Evangelio:
Mateo 13, 44-52.
QUIEN
ENCUENTRA EL TESORO…
El libro de Reyes presenta la oración
de Salomón, que reconoce la misericordia con la que Dios trató a su padre y le
pide le conceda sabiduría para saber gobernar al pueblo, porque sabe que se
trata de una tarea difícil.
Al Señor agrada esta petición y le
concede un corazón sabio y prudente, porque quiere que su pueblo viva en paz y
justicia. Pero la oración de Salomón no refleja su gobierno, pues abusó del
pueblo como todos los gobernantes.
Pero claro, el pasaje, de alguna manera,
anuncia la utopía que Jesús vino a inaugurar; la realización de una nueva
humanidad, donde se viva la fraternidad y se practique la justicia con toda
persona, sin distinción alguna.
Para esto es necesario descubrir el
valor absoluto del Reino, como si se tratara de un tesoro que para adquirirlo
se vende todo; es decir, se está dispuesto a despojarse de los bienes para
conseguir la perla preciosa.
Las dos parábolas muestran la actitud
del discípulo, que está dispuesto a dejar todo porque ha descubierto la grandeza
del Reino; por lo contrario, quien no es capaz de dejarlo todo no puede ser
discípulo de Jesús.
El Reino de Jesús implica salir del
egoísmo y dejar toda estructura que deshumaniza e ir al encuentro del hermano; porque
quien se encuentra con Jesús buscará alternativas que impulsen la fraternidad
solidaria.
La tercera parábola está en sintonía con
la parábola del trigo y la cizaña. Hay que tener paciencia, porque en el mundo algunos
descubren la grandeza del Reino y otros siguen al maligno. La selección será al
final de los tiempos.
Pero quien ha encontrado con Cristo
está capacitado para hacer presente el Reino. No se queda en prácticas religiosa
sino que cimienta una comunidad donde haya alegría; donde se viva el amor, la
justicia, la solidaridad.
Seguir a Jesús crea
inseguridad, cuando se está apegado a lo material. Pero Jesús fortalece con su
Espíritu a quienes optan por él; y la alegría que produce descubrir el Reino,
impulsa a edificarlo con mucha decisión.
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XVI
DOMINGO ORDINARIO
20 de julio
de 2014
Primera lectura: Sabiduría
12, 13. 16-19.
Salmo responsorial: 85.
Segunda lectura: Romanos
8, 26-27.
Evangelio:
Mateo 13, 24-43.
ERES MISERICORDIOSO CON TODOS
En el evangelio de este domingo, Jesús se refiere al Reino de Dios con tres parábolas: el trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura. Al final del texto el Señor explica el significado de la parábola del trigo y la cizaña.
La parábola del trigo y la cizaña nos
da a entender que la presencia del Reino en la tierra no supone la ausencia del
mal en la historia. De tal manera, que algunos se dejan llevar por los valores
del reino y otros por el maligno.
Pero el sentido de la parábola no es
que unos sean los buenos y otros los malos, como suele dividirse a las personas.
Peor aún, porque al hacer esta distinción se considera malos a los otros, a
quienes piensan o creen diferente.
Jesús llama a tener una actitud de
apertura, que permita aceptar al otro, al que es diferente; no sentirse bueno y
excluir a los demás. Por el contrario, pues Dios es Señor de todos y es misericordioso
con todos.
El discípulo de Jesús, que participa
en la construcción del Reino, tiene que trabajar para transformar la vida
cotidiana, donde ninguna persona sea excluida; construir un mundo más humano no
sólo para unos sino para todos.
Las estructuras, por lo general, no
favorecen el bien común y la solidaridad, sino que causan división y muerte; y
combaten fuertemente toda alternativa que pretende la construcción de una nueva
humanidad.
La buena noticia del Reino, que Jesús
vino a inaugurar, implica una comunidad fraterna y solidaria que incorpore a todos
los excluidos: pobres, enfermos y pecadores. Con este proyecto tenemos que
identificarnos.
No está en nuestras manos acabar con
el mal, pero sí luchar contra él; y el mejor modo de hacerlo es trabajando en
la extensión del Reino. Comencemos con pequeñas signos que, como una semilla,
expanden el Reino.
En el Reino de Dios participan las personas
que tengan otra manera de pensar, guiadas por el espíritu de Jesús. Que estén
dispuestas a construir estructuras que realmente estén al servicio de todos los
hombres y mujeres.
Para esto, hay que salir
del individualismo y caminar hacia la comunidad fraterna y solidaria. No
desanimase con lo poco que se vaya consiguiendo, porque el Reino crece de
manera lenta, como una semilla o como la levadura.
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XV
DOMINGO ORDINARIO
13 de julio
de 2014
Primera lectura: Isaías 55,
10-11.
Salmo responsorial: 64.
Segunda lectura: Romanos
8, 18-23.
Evangelio:
Mateo 13, 1-23.
EMPAPA,
FECUNDA Y HACE GERMINAR
El profeta Isaías nos habla de la
eficacia de la Palabra de Dios; y la compara con la lluvia que empapa la
tierra, la fecunda y la hace germinar. De esta manera se produce el alimento
para los hombres y los animales.
De modo semejante la Palabra de Dios,
que sale de su boca, empapa y fecunda los corazones humanos más áridos o duros;
su misión es hacerlos germinar, para que con sus buenas obras alaben a Dios.
El Salmo nos hace pensar en la
preocupación de Dios por la creación; la providencia no descuida nada para que
haya abundancia. En la naturaleza no hay problema, pero en el hombre se
requiere de su disposición.
El Evangelio presenta la parábola del
sembrador. El sembrador esparce la semilla en la tierra; pero ésta es
dispareja. Puede ser: dura, pedregosa, con espinos y buena. Los frutos dependen
de la disposición del terreno.
El sembrador es excelente, pues es
Dios mismo, y la semilla de calidad, se trata de la Palabra de Dios. El problema
está en la actitud y constancia de las personas, que son simbolizadas por las
diferentes tierras.
Dios esparce su Palabra -a diferencia
del campesino que pone la semilla en su mejor tierra- en los diferentes
terrenos. Porque Dios, por su gran misericordia, tiene en cuenta a todos, y
quisiera que todos produjeran fruto.
Sin embargo, no todas las personas
están dispuestas a fructificar. Algunas de plano no aceptan la Palabra, son
duras; otras la aceptan de momento; también hay quienes la admiten pero se dejan
llevar por otros intereses.
Finalmente, la tierra buena representa
a aquellos que aceptan el proyecto de Jesús, o sea, el Reino de Dios. La
propuesta de Jesús consiste en formar la comunidad donde reine el amor, la
solidaridad, la libertad y la justicia.
Aquí se hace realidad lo que profetiza
Isaías, que Dios actúa en la historia humana. Y su Palabra cumple su misión
cuando se vive el amor solidario, se escucha y respeta a los hermanos y se
sirve a los más necesitados.
San Pablo enseña que
la creación espera la manifestación de la gloria de Dios. Aunque en el mundo
hay desorden y sufrimiento, nosotros anhelamos “se realice plenamente nuestra
condición de hijos de Dios”.
*****
XIV
DOMINGO ORDINARIO
6 de julio
de 2014
Primera lectura: Zacarías
9, 9-10.
Salmo responsorial: 144.
Segunda lectura: Romanos
8, 9. 11-13.
Evangelio:
Mateo 11, 25-30.
MI
YUGO ES SUAVE Y MI CARGA, LIGERA
Zacarías
anima a la gente que, después del exilio babilónica, trataban de reconstruir la
identidad del pueblo. El pueblo quería justicia, paz y solidaridad; lo que sus
gobernantes no habían conseguido por su ambición.
El
profeta anuncia un Mesías humilde y justo, que traerá paz y acabará con la
guerra. Su poder estará basado en la verdad y en una organización que respete a
las personas y se les atienda de acuerdo a sus necesidades.
Esta
utopía es difícil de realizarse si predomina la ambición de los poderosos, ya
que ellos organizan todo de acuerdo a sus conveniencias y usan la religión para
justificar su intereses, afectando a los más débiles.
San
Mateo habla de Jesús como persona humilde y pacífica; características del
Mesías que anuncia Zacarías. Jesús no pretendía derrocar al imperio romano ni
imponer un nuevo sacerdocio, como algunos lo deseaban.
Jesús
sabe que su proyecto no es aceptado, por ello exclama: “¡Yo te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!”.
Al
proyecto de Jesús son invitados los fatigados y agobiados, que sueñan en un
mundo distinto, donde reine el amor entre hermanos. Este nuevo mundo únicamente
se pude construir en torno a Jesús.
La
nueva comunidad no se edifica con violencia y armas sino cargando el yugo de
Jesús, que es suave y ligero, y con mansedumbre y humildad como él. La
comunidad de Jesús es el Reino de Dios en la tierra.
En
una comunidad donde hay respeto, afecto y solidaridad brillará la justicia y la
paz; signos del Reino. Y en el Reino los predilectos son los sencillos y
pequeños, porque no buscan su propio interés y ni son violentos.
Los discípulos de
Jesús, enseña san Pablo: “no viven conforme al desorden egoísta del hombre,
sino conforme al Espíritu”. Continúa el apóstol: “Quien no tiene el Espíritu de
Cristo, no es de Cristo”. El Espíritu da vida.
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SANTOS
PEDRO Y PABLO
29 de junio
de 2014
Primera lectura: Hechos
de los Apóstoles 12, 1-11.
Salmo responsorial: 33.
Segunda lectura: 2
Timoteo 4, 6-8. 17-18.
Evangelio:
Mateo 16, 13-19.
TÚ
ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO
Este
domingo, por coincidir con el 29 de junio, se celebra la solemnidad de los
santos Pedro y Pablo. Estos dos apóstoles fueron columnas de la Iglesia. Pedro predicó,
sobre todo, a judíos y Pablo a paganos.
En
los inicios del cristianismo se dio gran persecución contra los cristianos;
esto causó muerte de niños y niñas, jóvenes y adultos. Muchos cristianos dieron
testimonio de Cristo con su Sangre; fueron los primeros mártires.
Pedro,
como muchos de los seguidores de Jesús, padeció la cárcel; no una sino varias
veces. Y, como les había prometido el Señor, experimentaban su ayuda en
diferentes formas; en esta ocasión un ángel lo liberó.
Pablo,
en la segunda carta a Timoteo, se despide de este discípulo, platicándole del
esmero que había puesto en su seguimiento a Jesús. De tal manera, que se sentía
merecedor del premio en el último día.
Pablo
manifiesta que su fe está en Cristo, quien lo ha fortalecido estando prisionero
en Roma; es consciente que el Señor lo ayudó y lo ha librado de todos los
peligros para proclamar el mensaje de salvación a los paganos.
Jesús
hace dos preguntas a sus apóstoles: ¿qué dice la gente de él? y ¿qué piensan
ellos de él? La gente no entiende la actividad de Jesús, lo confunden con Juan
Bautista o alguno de los profetas; lo relacionan con el pasado.
De
parte de los apóstoles Pedro asevera: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo”. Esta confesión de expresa que Jesús es el anunciado en el Antiguo
Testamento y se trata de Dios vivo que ha venido a morar entre nosotros.
Jesús
reconoce que Pedro aceptó la revelación del Padre a los sencillos y humildes. Por
esta razón es digno de confianza para cimentar su Iglesia; es decir, el nuevo
pueblo de Dios que se constituye en torno a Jesús.
Pedro
y los apóstoles no sólo serán cimiento de la Iglesia sino también les ayudará el
Señor para hacer frente a las potencias del mal y les da autoridad para aceptar
o no la participación en la comunidad de Jesús.
Y para ti ¿quién es
Jesús?
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XII
DOMINGO ORDINARIO
22 de junio
de 2014
Primera lectura: Jeremías
20, 10-13.
Salmo responsorial: 68.
Segunda lectura: Romanos
5, 12-15.
Evangelio: Mateo 10, 26-33.
NO
TENGAN MIEDO
Hace
ocho días, con la fiesta de la Santísima Trinidad, retomamos el tiempo
ordinario. Las lecturas de este domingo se refieren a la suerte que han corrido
o correrán quienes son enviados a propagar la Palabra de Dios.
En
el Antiguo Testamento los profetas fueron perseguidos. Por ejemplo, a Jeremías
lo acosaron hasta que lo asesinaron. Le llamaban “profeta del terror”, porque
preveía la caída del reino de Judá, en el siglo VI a. C.
Sin
embargo, Jeremías tenía plena confianza en Dios y sabía que le daría fuerzas
para resistir a sus enemigos. Porque Dios conoce los corazones y escucha; y salva
a los inocentes de la mano de los malvados.
Jesús
exhorta a sus discípulos a que pregonen lo que les ha enseñado; y les anticipa que
padecerán persecución. Los anima a que cumplan su misión y a que no tengan
miedo a quienes pretendan matarlos.
El
maestro les hace tomar conciencia que si Dios cuida de todas sus criaturas,
como lo hace con los pajarillos, mucho más lo hará con aquellos que se dedican
a predicar su Palabra. Por ello deben tener confianza.
Los
apóstoles fueron testigos del rechazo y persecución que padeció Jesús, la cual concluyó
en su crucifixión. Esto también les ayuda a entender que los discípulos no
estarán exentos de la suerte que corrió Jesús.
Ahora
bien, la misión no consiste sólo en hablar de la Palabra de Dios sino que esta
tarea tiene que ser fruto de la adhesión al Señor; porque para conseguir la
salvación es indispensable reconocerlo delante de los hombres.
San
Pablo recuerda que por Adán entró el pecado al mundo y por el pecado la muerte.
Sin embargo, con Cristo se nos otorga la gracia de Dios y por lo tanto la
plenitud de la vida; y ésta se ha desbordado sobre todos.
Nosotros podemos
preguntarnos: ¿Qué persecuciones tenemos? ¿No tenemos porque no predicamos el
Evangelio? ¡Pues la comodidad ni siquiera nos permite ir a la misión y el
consumismo nos hace olvidarnos de los necesitados!
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SANTISIMA
TRINIDAD
15 de junio
de 2014
Primera lectura: Éxodo 34,
4-6. 8-9.
Salmo responsorial:
Daniel 3.
Segunda lectura: 2
Corintios 13, 11-13.
Evangelio: Juan 3, 16-18.
GLORIA
AL PADRE Y AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO
Hoy
celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Este misterio lo conocemos sólo
por la revelación misma del Señor. Jesús nos ha revelado a Padre, que es
misericordioso, y nos ha enviado al Espíritu Santo.
En
el libro del Éxodo Dios se presenta a Moisés como “compasivo y clemente,
paciente, misericordioso y fiel”; y esto a pesar de las múltiples infidelidades
que el pueblo de Israel cometió a lo largo del desierto.
El
Evangelio expresa que Dios envió a su hijo por el gran amor que le tiene al
mundo, ya que no quiere su condenación sino su salvación. El Hijo en todo
momento mostró su amor y lo hizo con preferencia a los pobres.
San
Pablo nos invita a vivir de acuerdo a los mandatos del Señor, porque desea que
“La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del
Espíritu Santo” estén siempre con todos nosotros.
El
Padre, para mostrarnos su gran amor, no sólo creo el mundo sino que se insertó
en la historia: caminó al lado del antiguo pueblo y, llegada la plenitud de los
tiempos, su Hijo nació de María, padeció y fue crucificado.
El
amor de Dios se hace presente en la vida concreta de los hombres. No se trata
de un Dios como idea perfecta sino de una persona que sufre y lucha junto a los
hombres y mujeres que hacen presente su reino en la tierra.
Tampoco
es un Dios aislado o lejano sino que está cerca de nosotros, a pesar de los
graves problemas por los que pasamos. Está junto a nosotros para que, con su
ayuda, transformemos el mundo según su voluntad.
Es
un Dios trinitario, o sea, vive en comunidad. Por eso quienes creemos en Él
tenemos que encausar nuestros esfuerzos a construir comunidad, tanto en la
familia como en la sociedad, como expresión de la fraternidad.
Por lo tanto, nuestra
devoción a la Santísima Trinidad no debe quedarse en sólo pedir por nuestras
necesidades materiales, sino implorarle que nos ayude a vivir el amor, la
unidad y la solidaridad con todas las personas.
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PENTECOSTÉS
08 de junio
de 2014
Primera lectura: Hechos 2,
1-11.
Salmo responsorial: 103.
Segunda lectura: 1
Corintios 12, 3-7. 12-13.
Evangelio: Mateo 20, 19-23.
RECIBAN
EL ESPÍRITU SANTO
Pentecostés
se celebra a los cincuenta días de la resurrección. En este día se resalta la
tercera persona de la Santísima Trinidad. Con esta fiesta termina el tiempo
pascual y continuaremos con el tiempo ordinario.
El
Evangelio narra que los discípulos estaban encerrados en una casa llenos de
miedo y ya anochecía. El miedo desaparece al experimentar a Jesús vivo y la
oscuridad se convierte en luz que todo lo ilumina.
Jesús
se presenta ante sus discípulos y les muestra las manos y el costado, para que
no tuvieran duda de que era Él. Asimismo, les comunica la paz y los llena de
alegría; signos de la presencia del Espíritu Santo.
Jesús
capacita a sus discípulos con el Espíritu Santo para que perdonen los pecados;
convirtiéndose en promotores y dispensadores del perdón; Dios, que es misericordioso,
quiere la salvación de todos.
Hechos
de los Apóstoles presenta la irrupción del Espíritu Santo en la historia
humana; es el comienzo de la etapa definitiva de la historia de la salvación. La
Iglesia apostólica empieza a predicar el evangelio.
El
Espíritu Santo, tras un fuerte ruido y en forma de lenguas de fuego, se posa
sobre los discípulos; y éstos, llenos de valor y en comunidad comenzaron “a
hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse”.
La
tarea de la Iglesia es universal; el Espíritu se manifiesta en todos los
pueblos. Las barreras geográficas y culturales son derribadas y la Buena Nueva
es escuchada por diferentes personas en su propia lengua.
San
Pablo explica que el Espíritu Santo distribuye sus carismas para el bien común;
así, hay diferentes dones pero Dios es el mismo. El Espíritu Santo otorga sus dones
a las personas para el crecimiento de la Iglesia.
La
situación actual puede provocar en nosotros miedo, desaliento y desesperanza.
Pero tenemos que echar mano del Espíritu de Dios que hemos recibido el día de
nuestro Bautismo y ser signo de esperanza y de perdón.
Cada uno, con los
dones recibidos, debe ponerse al servicio de la comunidad, para que juntos
hagamos presente el Reino en la situación que a cada uno nos ha tocado vivir en
este mundo, promoviendo la paz y la justicia.
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ASCENSIÓN
DEL SEÑOR
1 de junio
de 2014
Primera lectura: Hechos 1,
1-11.
Salmo: 46.
Segunda lectura: Efesios
1, 17-23.
Evangelio: Mateo 28, 16-20.
¿QUÉ
HACEN MIRANDO AL CIELO?
Este
domingo se celebra la ascensión a los cielos. La ascensión del Señor reafirma
la fe de los discípulos en la resurrección; les ayuda a comprender su grandeza.
Jesús con la resurrección alcanza la perfección.
En
el inicio del libro de los Hechos se relata la ascensión a los cielos. Los
discípulos de Jesús pensaban, por el tenor de la pregunta, que había llegado el
fin: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?
Sin
embargo la historia no termina, porque Jesús que ha subido al cielo volverá. Así,
la ascensión fundamenta la esperanza cristiana. Y los discípulos no se pueden
quedar mirando al cielo, sino realizar la misión.
Mateo,
en su Evangelio, narra que el Señor Jesús, en el último encuentro que tuvo con
sus apóstoles, les encomendó llevar su Palabra a todos los rincones de la
tierra; y les aseguró que estaría siempre con ellos.
En
este encuentro, los apóstoles al ver a Jesús se postraron ante él, aunque
algunos dudaban. Pero la experiencia del resucitado despejó las dudas, reafirmó
la fe de los apóstoles y los llenó del Espíritu Santo.
Jesús
envió a sus apóstoles porque tenía plena autoridad, la cual recibió de su
Padre, al ser entronizado con la resurrección. Ahora están seguros de que Jesús
es el Mesías, porque ha resucitado y ha retornado al cielo.
Los
apóstoles, con la autoridad recibida, pueden convocar a otros discípulos en
torno a Jesús, con el bautismo y la Palabra. Para que, como comunidad, hagan
presente la Buena Noticia del Reino del Dios en este mundo.
El
mandato de Jesús es para toda la comunidad eclesial; y consiste en llevar la Buena
Nueva a todas las naciones. Y esta tarea debe realizarse con plena certeza,
pues Jesús dijo: “yo estoy con ustedes todos los días”.
Así, al celebrar la
ascensión del Señor se expresa la esperanza de participar en la resurrección de
Jesucristo. Y esa esperanza nos empuja a participarla a las demás personas,
para que juntos transformemos el mundo.
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VI DOMINGO DE PASCUA
25 de mayo de 2014
Primera lectura: Hechos 8, 5-8. 14-14.
Salmo: 65.
Segunda lectura: 1 Pedro 3, 15-18.
Evangelio: Juan 14, 15-21.
SI ME AMAN, CUMPLIRÁN MIS MANDAMIENTOS
El discípulo de Jesús tiene como
norma de vida el amor. El discípulo debe adherirse a la persona de Jesús, debe
amarlo; es decir, hacer suyo su proyecto. Y, por esto mismo, estar dispuesto a amar
a los hermanos, a servirlos.
Jesús, conociendo las dificultades
que se le presentan al que pone en práctica el amor, le pide al Padre que
derrame el Espíritu Santo sobre sus discípulos, para que en su misión puedan
enfrentar las fuerzas del mal.
Quien posee el Espíritu Santo
reconoce a los demás como hermanos, con quienes pone en práctica el mandamiento
del amor; en cambio quien no posee al Espíritu está ciego, no reconoce a los
demás como hermanos.
El amor no solamente distingue al
discípulo, sino que es garantía de la presencia del Señor. Por eso, en nuestras
comunidades tienen que estar presentes los signos del Reino, a saber: la
verdad, la justicia, la fraternidad.
Hechos de los Apóstoles nos
presenta a Felipe predicando en Samaria, tierra de los enemigos de Israel. El
apóstol realizó milagros y expulsó espíritus inmundos; y esto causó gran
alegría en aquella ciudad.
La comunidad de Jerusalén al
enterarse que los samaritanos habían recibido la palabra de Dios envió a Pedro
y a Juan para confirmar la labor de Felipe; y éstos por medio de la imposición
de manos confirieron el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo derriba los
muros que separa a las personas, ya que produce unidad y concordia en quienes
aceptan el Evangelio. De esta manera el amor supera los odios y las rivalidades
que existían entre judíos y samaritanos.
San Pedro nos exhorta a dar razón
de nuestra esperanza. Responder con sencillez y respeto, a quién nos pregunte,
por qué confiamos en Dios en medio de los sufrimientos, injusticas y opresiones
en las que estamos.
A ejemplo a Jesucristo, continúa
el apóstol, quien injusta e inocentemente fue condenado, soportar con paciencia
los sufrimientos, “pues mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la
voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal”.
“El que me
ama, cumplirá mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él” (Jn 14,23).
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V
DOMINGO DE PASCUA
18 de
mayo de 2014
Primera lectura: Hechos
6, 1-7.
Salmo responsorial: 32.
Segunda lectura: 1 Pedro
2, 4-9.
Evangelio: Juan 14, 1-12.
YO
SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
Jesús
les platicaba a sus discípulos que se iba, y a Pedro le anuncia que lo va a
negar. Esto desconcierta a los discípulos; por ello Jesús los alienta diciendo:
“No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí”.
Los
apóstoles desconocían y no entendían muchas cosas. Esto explica que Tomás diga
que no sabe adónde va Jesús. A esto el Señor responde: “Yo soy el camino, la
verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.
Jesús
es el camino, porque no hay otra manera de ir al Padre; sola incorporándose a
su proyecto. Su proyecto implica el amor; el cual, si es necesario, tiene que
ser hasta la muerte, a ejemplo del mismo Señor.
Jesús
también es verdad. La palabra anunciada por Cristo es el criterio de verdad de
toda nuestra vida. De tal manera que no cabe en un discípulo la mentira, el
engaño y la corrupción en el actuar de cada día.
Jesús
es la vida, porque ha vencido la muerte y nos comparte la plenitud de la vida.
Por eso los discípulos tenemos que trabajar para extirpar todo lo que produce
muerte, como la injusticia, la violencia, la exclusión y la maldad.
El
libro de los Hechos narra un problema que surge en la comunidad: se desatiende
a las viudas. Los apóstoles convocan a la comunidad y eligen a siete personas que
se encarguen de servir en estas necesidades.
A
las personas elegidas se les llama diáconos. Los diáconos atenderán a los pobres
de la comunidad. De esta manera surge otro ministerio; el cual es tan
importante como el de predicar la Palabra de Dios.
San
Pedro enseña que los creyentes son piedras vivas del templo espiritual, cuya
piedra angular es Jesucristo; y continúa Pedro: “son estirpe elegida,
sacerdocio real, nación consagrada a Dios y pueblo de su propiedad”.
Esto
quiere decir que somos artífices del pueblo de Dios. Desde el bautismo hemos
recibido el dinamismo del Espíritu Santo para ponernos al servicio de la
comunidad y hacer de nuestra vida una ofrenda agradable a Dios.
El discipulado es radical;
y éste no se vive de forma individual sino integrándose a la comunidad. Se
tiene que mostrar a los demás que se puede vivir el amor y que es una
alternativa de vida en un mundo egoísta e individualista.
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IV
DOMINGO DE PASCUA
11 de
mayo de 2014
Primera lectura: Hechos
2, 14. 36-41.
Salmo responsorial: 22.
Segunda lectura: 1 Pedro 1, 20-25.
Evangelio: Juan 10, 1-10.
YO
SOY LA PUERTA DE LAS OVEJAS
Este
domingo corresponde un párrafo del Evangelio de san Juan que nos habla del Buen
Pastor. Esta imagen, de una persona que cuida ovejas, Jesús se la apropia para
explicarnos su misión en la tierra.
El
pastoreo era muy conocido en Israel. Porque los judíos se dedicaban al
pastoreo; y tal vez Jesús fue pastor. Además, en el Antiguo Testamento la
imagen se aplica a Dios (cf. Sal 22) y también a los gobernantes (cf. Ez 34).
Jesús
es el Buen Pastor: porque Él conoce sus ovejas, sabe su nombre; las guía, pues
camina delante de ellas, no las arrea; sus ovejas lo siguen ya que conocen y
escuchan su voz, y no seguirán la voz de un desconocido.
Además,
Jesús es la puerta del redil, por donde entran las ovejas; pues sólo Él abre y
cierra la puerta. Esto nos da a entender que únicamente a través de Él y su proyecto
se podrá participar de la salvación que nos trajo.
Los
primeros discípulos se preocupan por ser fieles al maestro, por eso se esmeraban
en motivar a las personas para que se incorporaran al camino de la Vida; y lo
hacían proclamando el Evangelio con palabras y con signos.
Pedro,
en su discurso después de Pentecostés, proclama que Jesús, a quien habían
matado en la cruz, Dios lo constituyó Señor y Mesías; Pedro deja claro en sus
oyentes que Jesús murió y resucitó, y que es el Mesías.
Esta
es una de las primeras formulaciones teológicas de la fe que se llama Kerigma.
Kerigma es la proclamación solemne de la Buena Nueva. Este anuncio despierta
gran interés en los oyentes, por lo que preguntan qué deben hacer.
Pedro
responde: “Conviértanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón
de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo”. Por medio del bautismo nos
incorporamos al plan universal de salvación del Señor.
Al
incorporarnos al proyecto de Jesús se presentarán sufrimientos, los cuales
debemos llevar con paciencia, segunda lectura. Porque por hacer el bien a los
demás se sufre, como nos dio ejemplo el Señor Jesús.
En Jesús no hubo
engaño, tampoco devolvió los insultos que le hicieron, ni amenazó a quienes lo
maltrataron, sino que todo lo puso en manos de su Padre. Así, murió para
curarnos y para que vivamos en justicia.
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III
DOMINGO DE PASCUA
04 de
mayo de 2014
Primera lectura: Hechos
2, 14. 22-33.
Salmo responsorial: 15.
Segunda lectura: 1 Pedro 1, 17-21.
Evangelio: Lucas 24, 13-35.
LO
RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN
Este
domingo se proclamará un texto del Evangelio de Lucas, comúnmente conocido como
los peregrinos de Emaús. Se trata de una narración hermosa que nos presenta la
situación por la que pasaban varios de los discípulos.
La
narración menciona que Jesús se une, en el camino, a dos personas que se
dirigen a su casa. Estos personajes regresan de Jerusalén desilusionados por lo
sucedido a Jesús; pues lo habían matado y no había esperanza.
Estos
discípulos le platican al compañero de camino, a quien no habían reconocido, la
causa de su frustración. Jesús les ayuda a entender que lo sucedido era para
que se cumpliera lo anunciado en las Escrituras.
A
pesar de su desilusión, los discípulos ofrecen hospedaje al forastero. Y,
estando a la mesa, al partir el pan reconocen que es Jesús resucitado; de
inmediato su corazón se llena de alegría y regresan a Jerusalén con la noticia.
Los
apóstoles, tras el encuentro con el resucitado y con la fuerza del Espíritu
Santo, se lanzan a predicar. La predicación de los apóstoles está respaldada
por su testimonio; es decir, de algo que ellos habían experimentado.
En
su predicación, primera lectura, los apóstoles mencionan tres aspectos de la
vida de Jesús: era un hombre que hacía prodigios y milagros, los judíos lo
entregaron a los romanos para que lo clavaran en la cruz pero Dios lo resucitó.
Estos
tres aspectos forman parte del credo más antiguo de los cristianos. El aceptar
que Jesús resucitó implica: que era el Mesías y que Dios había actuado a favor
de quien los hombres habían matado injustamente.
Con
esta verdad kerigmática despiertan la fe en los oyentes para que juntos
construyan el reino de Dios por todo el mundo. Claro que la extensión del Reino
implica también signos, como son: el amor, la justicia, la paz, etc.
San
Pedro, segunda lectura, nos hace tomar conciencia de que Dios, con la sangre de
Cristo, nos rescata de la vida de pecado. Por ello, nosotros tenemos que
mantenernos fieles mientras peregrinamos por la tierra.
La fidelidad deberá
manifestarse haciendo nuestro el proyecto de Jesús; el cual no debemos abandonar,
incluso en los momentos difíciles de la vida, cuando la desilusión parece
invadirnos por las cosas que suceden.
*****
II
DOMINGO DE PASCUA
27 de
abril de 2014
Primera lectura: Hechos
2, 42-47.
Salmo responsorial:
117.
Segunda lectura: 1
Pedro 1, 3-9.
Evangelio:
Juan 20, 19-31.
“LA
PAZ ESTÉ CON USTEDES”
La
resurrección de Jesucristo de entre los muertos, enseña San Pablo, nos concedió
que renaciera la esperanza de una nueva vida. Esta vida será plena en el cielo,
pero el Señor nos la comparte desde la tierra.
Los
primeros discípulos al inicio dudaban y tenían miedo, por eso permanecían con
las puertas atrancadas, a pesar de que haber visto al resucitado; fue necesario
recibir al Espíritu Santo para que el miedo desapareciera.
El
miedo desapareció y la resurrección de Jesús se convierte en fundamento para la
vida del discípulo; y ésta se vive en comunidad y le da horizonte a toda la
creación. Surge una nueva persona y un nuevo orden.
Los
primeros discípulos nos enseñan que para construir la comunidad es necesario:
ser constantes en escuchar la Palabra de Dios, disposición para vivir la
comunión fraterna, participar asiduamente en la Eucaristía y en la oración.
Las
dificultades, tropiezos y caídas, que surgen en la construcción de una
comunidad justa e igualitaria no son signo de que no es posible su edificación,
sino más bien que no es fácil conseguirlo, pero no imposible.
Hoy,
los discípulos del resucitado tenemos que hacer nuestro el proyecto de Jesús,
de tal manera que nos comprometamos a trabajar por edificar esa comunidad
fraterna, donde haya paz, amor, justicia, fraternidad.
Por
lo tanto, no basta decir que tenemos fe sino abrirnos a todo lo que implica la
fe. Y esto es lento. Se requiere de un proceso y crecimiento paciente; que unos
y otros nos amemos, acompañemos y ayudemos.
Probablemente
la simple práctica de las costumbres religiosas que aprendimos no nos llenen ni
nos ayuden a madurar en nuestra fe. De ello tenemos que tomar conciencia, y
buscar el encuentro personal con Jesucristo.
Porque nuestra fe en
Jesús resucitado nos tiene que animar y dar esperanza para llevar el amor, la
paz y la justicia a nuestros hermanos; y luchar contra todo aquello que impide
a muchos hermanos tener la nueva vida.
*****
20 de
abril de 2014
Primera lectura: Hechos
10, 34. 37-43.
Salmo responsorial: 117.
Segunda lectura: 1
Corintios 5, 6-8 / Colosenses 3, 1-4.
Evangelio:
Juan 20, 1-9 / Lucas 24, 13-35
¡HA
RESUCITADO!
La Vigilia Pascual inicia con la bendición del fuego. El Cirio, signo de Jesús resucitado, significa que la luz ha vencido a la oscuridad; a la muerte. Por lo tanto, la muerte ya no es la última palabra para el hombre.
La nueva luz nos ayuda a caminar en la oscuridad. De esta luz participamos desde el bautismo. Por ello, los discípulos tenemos como misión inundar el mundo de esta luz, para que nadie se pierda en la oscuridad.
La
Palabra de Dios nos hace ver que Dios, desde la creación, conduce la historia
de la salvación. Llega a su punto culminante en Cristo, que murió y resucitó. Y
nosotros por medio del bautismo pasamos de la muerte a la vida.
En
esta noche santa renovamos las promesas bautismales. Reafirmamos que desde el bautismo
hemos muerto con Cristo. Por lo tanto, ya no debemos seguir en el pecado,
porque ahora tenemos una nueva vida.
En
la celebración Eucaristía proclamamos que Jesús ha resucitado y está vivo para
siempre. En ella nos unimos sacramentalmente a Cristo y nos alimentamos de su
cuerpo y sangre, para continuar nuestro caminar.
La
experiencia de la resurrección transforma radicalmente el corazón de los
discípulos: comprenden las escrituras, de las que les había hablado el maestro;
nuevamente se unen; se llenan de valor y se lanzan a predicar.
La
predicación de los apóstoles denuncia la muerte de Jesús, por los judíos, y anuncia
la resurrección, como obra del Padre que desaprueba la injustica humana. La
muerte y resurrección de Jesús nos abre las puertas de la salvación.
A
la salvación están invitados todos los hombres y mujeres; porque Jesús derribó
las barreras que separaban a las personas en la tierra. Por ello, no podemos
cerrarnos ni excluir a nadie sino amarnos unos a otros.
Creer
en la resurrección de Jesús es creer en su palabra, en su proyecto; creer como
Él: su actitud ante la historia, su opción por los pobres, su propuesta, su
lucha decidida, su causa; participar en la construcción de su Reino.
Los discípulos de
Jesús no podemos quedarnos en la muerte, porque Jesús ¡ha resucitado! Debemos
ser testigos de la Vida, luchar para que en nuestras familias y en nuestro
entorno desaparezca todo lo que causa muerte.
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DOMINGO DE RAMOS
13 de abril de 2014
Primera lectura: Isaías 50,
4-7.
Salmo responsorial: 21.
Segunda lectura: Filipenses
2, 6-11.
Evangelio:
Mateo 26, 14-27, 66.
CRISTO
JESÚS, SIENDO DIOS, NO SE AFERRÓ A SU DIVINIDAD
Desde
el miércoles de ceniza hemos venido preparándonos para celebrar la Pascua del
Señor, es decir, el paso del Señor, de la muerte a la Vida. Al llegar a la
Semana Santa intensifiquemos más nuestra preparación.
Varios
días de esta semana escucharemos la palabra de Dios, como no lo hacemos
ordinariamente. Aprovechemos para identificarnos más con el Señor, para
fortalecer la fe que tenemos en Jesucristo Nuestro Señor.
El
domingo de ramos recordamos la llegada de Jesús a Jerusalén para la fiesta de
Pascua. Varias personas, que lo conocían o habían oído hablar de Él, salieron a
su encuentro, con ramos y tendiendo sus mantos.
La
lectura de la Pasión, en este domingo, narra algunos aspectos del desenlace de
la vida de Jesús. Los dirigentes del pueblo, que conocían la Palabra de Dios,
no reconocen al Mesías, en la persona de Jesús.
Jesús
enfrentó la pasión y crucifixión con responsabilidad y, como dicen, no se echó para
atrás. Jesús sabía que era parte de su misión, por eso afirma que todo sucedía
para que se cumplieran las Escrituras.
Los
discípulos de Jesús se espantaron, huyeron y se escondieron, pues podían correr
la misma suerte; pero, además, era un hecho escandaloso, pues no pensaban que
así terminaría la vida del Mesías.
Posteriormente
comprendieron que la muerte de Jesús era un paso obligado para la resurrección.
Porque así estaba escrito. Isaías profetiza que el Mesías estaría expuesto a
los golpes, a los insultos, a los salivazos, etc.
Los
primeros discípulos también comprendieron que el seguimiento de Jesús implicaba
pasar por la muerte. Pero esto no los amedrantó y se lanzaron a predicar; a
llevar la noticia de salvación a todas partes.
En
las lecturas se van mencionando varios elementos que nos dan a entender que se
trata del Mesías que fue condenado. Pero también que la muerte de Jesús es
fruto del amor de Dios y se convierte en vida, en perdón.
El amor de Dios es tan grande, que Dios en Cristo se hizo tan pequeño, pues tomó la condición de siervo, semejante a los hombres, para que todos sus discípulos, quienes lo sigan, participen de la gloria, de la salvación.
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V DOMINGO DE CUARESMA
06 de abril
de 2014
Primera lectura: Ezequiel
37, 12-14.
Salmo responsorial: 129.
Segunda lectura: Romanos
8, 8-11.
Evangelio:
Juan 11, 1-45.
“SÍ,
SEÑOR. CREO FIRMEMENTE”
Para
Israel el destierro era como una tumba, porque las promesas de tierra, larga
vida y descendencia quedaban sepultadas. Ante esta situación, el profeta
Ezequiel anuncia la esperanza de la intervención divina.
Ezequiel
profetiza que Dios abrirá los sepulcros, sacará a su pueblo y lo conducirá a su
tierra. Entonces el Señor infundirá su espíritu y les devolverá la vida. En
esta época, aún no se tenía una idea clara de vida en el más allá.
La
esperanza en la vida más allá de la muerte aparece hasta los últimos libros de
la Biblia. De tal manera que en tiempos de Jesús, los fariseos creían en la
resurrección mientras que los saduceos no la aceptaban.
El
Evangelio se refiere a la resurrección de Lázaro. Éste fue el último signo que realizó
Jesús. Después de este milagro los dirigentes israelitas se pusieron de acuerdo
y vieron la conveniencia de darle muerte a Jesús.
La
finalidad del milagro es “manifestar la gloria de Dios”. El relato describe el
proceso del crecimiento de la fe de los discípulos en Jesús. Jesús mismo va
conduciendo la fe; va de una fe limitada a una fe firme en su persona.
Por
su parte, Marta, la hermana de Lázaro, cree en Dios y en la resurrección. Asimismo,
es amiga de Jesús, pero no lo conoce completamente. Entonces Jesús le hace una
revelación: “Yo soy la resurrección y la vida”.
Ante
tal revelación, Marta tiene que esclarecer y afirmar su fe en la persona de
Jesús. Y lo hace con las siguientes palabras: “Sí, Señor: yo creo que tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.
Jesús
no sólo cura a los enfermos, sino que resucita a los muertos; muestra que “el
don de Dios” da esperanza donde se ha perdido toda esperanza. Dios, por medio
de su Hijo Jesús, da vida, incluso donde ya no hay vida.
Marta
esperaba una curación, pero Jesús restituye la esperanza. Quienes creen en
Cristo forman parte de la comunidad de Betania, donde reina el amor y la
solidaridad. Aquí ya no domina la muerte sino la Vida.
Jesús no elimina la muerte física, pero la fe en la resurrección le da otra dimensión a la vida. en la nueva vida se participa, por medio del Bautismo, al recibir el Espíritu Santo que nos identifica con Cristo.
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IV
DOMINGO DE CUARESMA
30 de
marzo de 2014
Primera lectura: 1
Samuel 16, 1. 6-7. 10-13.
Salmo responsorial: 22.
Segunda lectura: Efesios
5, 8-14.
Evangelio:
Juan 9, 1-41.
¿CREES
TÚ EN EL HIJO DEL HOMBRE?
Las
tribus de Israel, ya en la tierra prometida, sintieron la necesidad de contar
con un rey, como los pueblos vecinos, porque tenían fuertes problemas internos
y por la amenaza de los filisteos. El primer rey de Israel fue Saúl.
Este
rey pronto se convirtió en un tirano, agravando los conflictos internos. Por
ello, el profeta buscó otro líder; y ungió como rey a David. El rey David
gobernó varios años e hizo cosas positivas pero también tuvo grandes errores.
Siglos
más tarde, los profetas cayeron en la cuenta que no era suficiente cambiar al
rey, que era necesario un nuevo sistema social, que tomara en cuenta los
ideales de Israel. Sin embargo, la esperanza del líder salvador continuó.
En
tiempos de Jesús, la gente no fácilmente lo reconocía como el ungido del Señor
o Mesías, porque su origen era humilde y por su manera particular de
interpretar la ley y por su poca vinculación con el templo y sus rituales.
Y
cuando se escribe el Evangelio de Juan, la comunidad cristiana tenía problemas
para presentar la misión salvadora de Jesús. Había prejuicios culturales y
sociales que impedían reconocer a Jesús como el verdadero Mesías.
Las
obras de Jesús en favor de pobres, enfermos y pecadores molestaron sobre todo a
los dirigentes, quienes desconocían la filiación divina de Jesús; y eran agresivos
con quienes se convertían en sus seguidores.
A
Jesús le preocupaba no únicamente curar al enfermo sino devolverle su dignidad;
la cual era negada por el sistema religioso tan arbitrario. Pues una enfermedad
era causa de rechazo de la vida social y religiosa.
De
esta manera, Jesús cura al ciego de nacimiento y lo libera de la marginación en
la que estaba. Ahora, el que era ciego pasa a formar parte de una comunidad,
donde ya no existen los prejuicios que imponía la sociedad.
Pero
la gente desconfiaba de las obras de Jesús, sobre todo porque no respetaba algunas disposiciones.
Al ciego todo mundo lo interroga y los dirigentes terminan por expulsarlo de la
sinagoga; entonces Jesús le sale al encuentro.
Finalmente, el ciego no sólo ve la luz sino también la gloria de Dios; es decir, reconoce a Jesús y afirma su fe en Él. Jesús concluye afirmando: Yo he venido "para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos".
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III DOMINGO DE CUARESMA
23 de marzo de 2014
Primera lectura: Éxodo
17, 3-7.
Salmo responsorial: 94.
Segunda lectura: Romanos
5, 1-2. 5-8.
Evangelio: Juan 4, 5-42.
YO
SOY, EL QUE HABLA CONTIGO
En
la lectura del Éxodo podríamos ver que los pueblos buscan, de diferentes
maneras la fuente de la Vida, que es Dios. Pero cuando no la encuentran o no
les satisface, dudan, se revelan o exigen; como le pasaba Israel.
El
Evangelio nos presenta el relato del encuentro de Jesús con la samaritana. Se
trata de un relato simbólico; lo que es peculiar del Evangelio de Juan. Por lo
tanto, es muy importante saber qué nos quiere enseñar Juan.
El
diálogo sucede en torno a un pozo de agua. Jesús le pide agua a una mujer. Esta
mujer era samaritana, es decir, pertenecía a Samaria; pueblo que era mal visto
por el pueblo de Israel, porque era considerado pagano.
La
samaritana, en cuanto le tiene confianza a Jesús, le expresa un problema: sus
padres les enseñaron que debían adorar a Dios en el monte Garizim; en cambio, los
judíos decían que debía ser en Jerusalén.
Lo
expuesto por la samaritana se puede entender como una pregunta: ¿cuál es la
religión verdadera? Jesús responde que a Dios no se le adora en un lugar o en una
forma determinada, sino en “espíritu y en verdad”.
El
diálogo que se da entre dos personas de pueblos con diferencias en su religión
es muy interesante, teniendo en cuenta que en el pasado las sociedades no eran
plurales, cultural y religiosamente, como tratan de serlo hoy.
Para
los cristianos, el encuentro con Dios se da por medio de Cristo. Y al
encontrarse con Dios necesariamente se debe participar a los hermanos, es
decir, a la comunidad, como la samaritana lo hizo con su pueblo.
Los
judíos despreciaban a los samaritanos por paganos. Pero Jesús no desprecia a la
mujer sino que la acepta y dialoga con ella; y ésta al reconocer al Mesías se
convierte en su pregonera, lleva el mensaje a sus hermanos.
Aquí admiramos la pedagogía de la salvación: 1) Dios, que nos ama mucho, toma la iniciativa; Jesús se dirige a la mujer. 2) El hombre o mujer debe corresponder al amor de Dios; la mujer va descubriendo a Jesús. 3) Quien se encuentra con Dios, se une al proyecto de Jesús y lo proclama a los hermanos.
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II DOMINGO DE CUARESMA
16 de marzo de 2014
Primera lectura: Génesis
12, 1-4.
Salmo responsorial: 32.
Segunda lectura: 2
Timoteo 1, 8-10.
Evangelio:
Mateo 17, 1-9.
ÉSTE
ES MI HIJO MUY AMADO
El
Génesis narra que Dios invita a Abraham a dejar familia y tierra y le ofrece
una nueva vida, que incluye tierra, pueblo y bendiciones. Abraham acepta la
invitación, porque necesitaba mejorar su vida y porque confiaba en el Señor.
Hoy
en día, como en tiempo de Abraham, muchas personas y familias abandonan su
tierra en busca de una vida mejor, porque este mundo produce mucha muerte.
Algunos mejoran su vida, pero solamente en lo material.
San
Pablo expresa que Dios, quien nos ha salvado por medio de su Hijo Jesucristo,
quiere que nos consagremos a Él, para que participemos plenamente de su vida; a
esa vida a la que nos ha llamado desde el principio.
Las
promesas a Abrahám, como parte del plan de Dios, llegan a su plenitud en Cristo
Jesús; quien por medio del Evangelio, afirma la carta a Timoteo, “destruyó la
muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad”.
El
Evangelio relata la transfiguración, estando presentes Pedro, Santiago y Juan.
La escena está en sintonía con el plan de Dios -se escucha la voz del Padre- y en
continuidad con el Antiguo Testamento -significado por Moisés y Elías.
El
Padre, por medio de su palabra, ratifica a su Hijo, rechazado por muchos judíos
que no aceptaban que fuera el Mesías, al afirmar: “Éste es mi Hijo muy amado,
en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”.
El Señor quiere la vida plena para todos, la cual comienza en la tierra. Porque las promesas empiezan a cumplirse aquí. No podemos seguir pensando que únicamente en la otra vida participaremos de la vida de Cristo.
Pero para participar de la Vida hay que pasar por la cruz. Los apóstoles, que esperaban un Mesías glorioso, creían que era el fin; eso expresa la petición de Pedro. Pero Jesús les anuncia que antes tendrá que padecer y morir.
El Señor quiere la vida plena para todos, la cual comienza en la tierra. Porque las promesas empiezan a cumplirse aquí. No podemos seguir pensando que únicamente en la otra vida participaremos de la vida de Cristo.
Pero para participar de la Vida hay que pasar por la cruz. Los apóstoles, que esperaban un Mesías glorioso, creían que era el fin; eso expresa la petición de Pedro. Pero Jesús les anuncia que antes tendrá que padecer y morir.
Los discípulos no estamos exentos de la muerte si en verdad trabajamos para que los hermanos tengan vida; y no seremos verdaderos discípulos del Señor si no somos capaces de dar la vida por nuestros hermanos.
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I DOMINGO DE CUARESMA
I DOMINGO DE CUARESMA
09 de marzo
de 2014
Primera lectura: Génesis 2, 7-9; 3, 1-7.
Salmo responsorial: 50.
Segunda lectura: Romanos 5,12-19.
Evangelio: Mateo 4, 1-11.
NO
SÓLO DE PAN VIVE EL HOMBRE
Las lecturas del primer domingo de cuaresma exponen las tentaciones: el Génesis se refiere a Adán y Eva que sucumben en la prueba; y el Evangelio habla de las pruebas de Jesús en el desierto, de las que sale victorioso.
Dios creo al hombre y a la mujer y acondicionó el jardín para que vivieran en él, pero les puso algunas condiciones, de vida o muerte. Eva y Adán seducidos por la serpiente cayeron en la tentación de comer del árbol prohibido.
Jesús es llevado al desierto, lugar de la nueva creación, donde es puesto a prueba por el demonio. Sale airoso, en las tres ocasiones, rebatiendo a satanás con textos del libro del Deuteronomio, del Antiguo Testamento.
Jesús, a diferencia de las dudas del pueblo de Israel en el desierto, en ningún momento desconfía de la fidelidad, del amor, de Dios. No necesita pruebas para reafirmar que es el Mesías; tiene plena confianza en su Padre.
El demonio pone tres pruebas a Jesús. A la primera, de que si es el Hijo de Dios que convierta las piedras en pan, Jesús responde: “No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
A la segunda prueba, de que se lance de la torre del templo, porque está escrito que como hijo de Dios los ángeles lo protegerán y no le pasará nada, Jesús contesta: “También está escrito: no tentarás al Señor, tu Dios”.
En la tercera, el demonio lo lleva a un monte muy alto, y le pide a Jesús que se someta a él, que se postre y que lo adore. A esto Jesús replica: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.
Las tentaciones -tener, portento y poder-, que Jesús enfrenta, son avasalladoras en el mundo de hoy. Nosotros debemos seguir a Jesús, que nos ensaña: confiar en Dios y compartir, ser responsables y solidarios, servir y dar la vida.
San Pablo nos recuerda, en la carta a los Romanos, que por Jesucristo Dios nos ha restituido la vida, con abundancia de gracia. Por lo tanto, si hemos sido constituidos en justos ya no tenemos por qué seguir en la muerte.
¡Misericordia, Señor, hemos pecado!