La palabra adviento significa “venida”, haciendo referencia a la llegada de Jesucristo. Su primera venida fue cuando nació, cuya fecha próximamente celebraremos, y la segunda será al final de los tiempos, cuando sea el encuentro definitivo con Cristo.
El adviento es
un tiempo de esperanza, porque esperamos al Mesías que ya vino, viene y que
vendrá. En la Sagrada Escritura la esperanza mesiánica está relacionada con la
esperanza de los pobres: esperanza de amor, de paz y defensa de los pequeños.
En estos momentos de turbulencia (pobreza, violencia, corrupción, impunidad) es necesaria la esperanza; claro que la esperanza conlleva una tarea, en la que todos debemos comprometernos, y no enajenarnos con lo que el mundo nos ofrece en estos días, adornos y cenas (consumismo y materialismo).
En estos momentos de turbulencia (pobreza, violencia, corrupción, impunidad) es necesaria la esperanza; claro que la esperanza conlleva una tarea, en la que todos debemos comprometernos, y no enajenarnos con lo que el mundo nos ofrece en estos días, adornos y cenas (consumismo y materialismo).
En la navidad recordamos el nacimiento de una persona que nos enseñó con su palabra y ejemplo a vivir la fraternidad, y al entregar su vida demostró que el amor es posible hasta la muerte. Por lo tanto, esta celebración debe ayudarnos a encontrar a Cristo, que está en su Palabra, en los sacramentos y también en los hermanos, porque: “Yo les aseguro que cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo” (Mt 25,45).
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