VIDA ETERNA DESDE LA PERSPECTIVA CIENTÍFICA
Actualmente la ciencia señala que es posible estudiar las creencias religiosas desde un punto de vista científico y que al mismo tiempo, nos ayuda a entender algunos aspectos universales de la cognición humana (procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido y características subjetivas que permiten valorar la información) y de la estructura de la mente.
Durante mucho tiempo, los especialistas han sospechado que las personas desarrollan ideas sobre el más allá a través del contacto con la cultura o por medio de la instrucción religiosa. Sin embargo, con los descubrimientos más recientes se sugieren que tal vez la idea de la inmortalidad en realidad surja de la intuición.
La ciencia continuamente ha pretendido aterrizar en aspectos religiosos, y aunque cada hallazgo va tratando de dilucidar al mismo Dios, la verdad única es que El nos crea por amor y para el amor. La samaritana, aquel día, comprendió que debía cambiar algo en su vida si deseaba obtener la "vida eterna", porque en poco tiempo la encontramos transformada en una evangelizadora que relata a todos, sin vergüenza, cuanto le ha dicho Jesús, y también cuánto la ha amado. Está claro que no basta con saber que existe la eternidad; se necesita también saber qué hacer para alcanzarla. Preguntarse, como el joven rico del Evangelio: «Maestro, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna?
Sería una enorme ganancia, no sólo para la Iglesia, sino también para la sociedad, redescubrir el sentido de eternidad. Ayudaría a reencontrar el equilibrio, a no caer en la desesperación ante las injusticias y el dolor que hay en el mundo, aún luchando contra ellas.
En consecuencia, la esperanza de la vida eterna no debe conducirnos a desentendernos de esta tierra, sino a colaborar con Dios para que este mundo presente se vaya transformando y asemejando a la patria del cielo que aguardamos seguros y confiados. Hemos de procurar sembrar en este mundo con generosidad, para que la cosecha en el Reino de Dios sea abundante para todos (cfr. 2 Corintios 9,6-10).
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